La nueva película de los gnomos azules transcurre en Paris y tiene a la Pitufina en el eje de la trama.
Cuesta creerlo pero esta película está rodeada de alguna controversia. Punto en contra: no es del agrado de muchos de los seguidores de la serie animada Los Pitufos en televisión, años atrás. Punto a favor: las películas, tanto la primera parte, estrenada hace dos años, como la actual parecen funcionar a la perfección con los niños. Y aquí hay algo que diferencia a esta producción de Sony Pictures de tantas otras propias y de la competencia: las de Los pitufos no son películas para chicos y grandes. Con estos filmes, los adultos añorarán la diversión compartida en otros como Monsters Inc., Cómo entrenar a tu dragón, o Ga´Hoole, la leyenda de los guardianes, por nombrar solo algunos.
Aclarado esto, lo demás es pan comido para los nenes y nenas. Los efectos especiales son maravillosamente creíbles, la acción abunda y también hay comicidad. Y los pitufos, y el gato Azrael, y el simpático Gargamel, están iguales que la última vez que los vieron.
Gran parte del mérito, seguro, es para un director que sin dudas es especialista en estos materiales: se llama Raja Gosnell, pero no es hindú, sino de Los Ángeles y como tal ha dirigido Un chihuahua en Beverly Hills y -antes de eso- las dos de Scooby Doo en animación computada con acción real.
¿El nuevo argumento? Los nuevos seguidores comienzan a enterarse de los orígenes de la historia. Hace años Pitufina fue creada por Gargamel para tener una espía y dividir a los gracioso gnomos, pero Papá Pitufo supo hacer el hechizo para pintarla de azul y convertirla en buena persona. Sin embargo, Gargamel atraerá una vez más a la rubiecita para sacarle el secreto de la pócima y, con él, disfrazar a dos de sus nuevas criaturas, dos traviesos duendes grises que también quieren conquistar la aldea de Pitufolandia.
No obstante, la mayor parte de la aventura ocurre en una ciudad humana. Esta vez en París, algo más cerca de la cuna de estos personajes, que nacieron de los lápices de un historietista belga conocido como Peyo, hacia 1958, y que recién empezaron a llamarse Los Pitufos en 1969, cuando un editor español se vio obligado a buscarles un nombre para el público castellano, y lo obtuvo de un personaje del folklore catalán, Patufet, un niño tan pequeño que tenía que ir cantando por la calle para que no lo pisaran...
En síntesis. Si vio la primera y le gustó, puede continuar con esta en confianza. Y si no la vio, puede redescubrirla en esta ocasión. El argumento no planteará ningún problema.