Es insólita la forma en que está presentado el nuevo documental de Andrea Schellemberg. Leyendo la sinopsis, uno esperaría encontrarse con una película que hable de la censura y la prohibición de libros durante las últimas dictaduras militares. Pero Los Prohibidos carga con un problema de carácter básico que trasciende toda posición política y que está vinculado justamente con la manera en que desarrolla su tema. Si es que se puede hablar de desarrollo o incluso, si es que se puede hablar de tema. Las imágenes de apertura muestran un discurso de Mauricio Macri en el que se queja, señalando puntualmente a la Biblioteca del Congreso Nacional, de la cantidad exorbitante de empleados que posee. A continuación, la cámara se detiene en el trabajo cuidadoso que realiza un grupo de las bibliotecarias, encargadas de proteger, restaurar y atender a las curiosidades de los visitantes, en lo que parece ser una buena oportunidad para responder a los dichos del mandatario. También se explica la extraña cancelación de una muestra sobre literatura prohibida, exhibición que permitía al público general acceder y conocer la historia de estos títulos y que meses después de la asunción del ex presidente fue dada de baja sin mayores explicaciones. Sin embargo, lo que termina ocurriendo con esta secuencia es que lejos de ser una simple contradenuncia que de inicio a la idea central, el documental se enrosca en asuntos muy inconexos entre sí que desordenan la narración hasta deshacerla por completo. Algunas cuestiones son, si bien periféricas, de sumo interés, como la historia que cuenta en primera persona una de las trabajadoras de la biblioteca y protagonista del filme, Silvina Castro, quien sufrió la detención ilegal y la tortura durante la Dictadura de 1976. Otras veces, su realizadora se empecina en arrojar toda crítica al gobierno macrista que tenga a su alcance, sin molestarse en darle la profundidad que debería, pero mucho peor, sin aportarle ni un sentido al inexistente hilo conductor.
Los hechos de corrupción, los recortes presupuestarios, la represión policial, la extranjerización de la tierra, los despidos masivos y el desmantelamiento de empresas son tan solo un paneo fugaz de lo que fueron los últimos cuatro años. Está más que claro entonces la validez de estas acusaciones y todas merecen el espacio y la necesidad de ser planteadas. La cuestión es que si uno va a contarlas, más si decide hacerlo desde de una mirada observacional, tiene la responsabilidad de por lo menos analizar los tópicos que toca y engrosar mínimamente la argumentación para que no quede como una recopilación de comentarios superficiales que contestaría un militante kirchnerista a uno macrista en un debate sin rumbo en Twitter. Se juntan una serie de imágenes de archivo icónicas del pasado reciente (sesiones en el congreso, discursos presidenciales, noticieros televisivos, filmaciones de la represión de diciembre de 2017 durante el tratado de la Reforma Provisional) y de forma aleatoria se las desparrama a lo largo de la línea de montaje.
Entremedio, apenas dos o tres escenas sobresalen y ayudan a alimentar el documental. Vemos la pasión con que las bibliotecarias asisten con información a los investigadores, lo que otorga una ida y vuelta enriquecedor, así como se muestran dos o tres libros que habían sido parte de la prohibición indiscriminada impulsada por “La Revolución Libertador”, censura que tuvo como foco la proscripción del peronismo. Más allá de esto, lo más notable del filme es su incapacidad de establecer una conexión o un paralelismo entre lo que fue el mandato de Macri y el “tema” en sí (incluyo comillas porque el aparente foco no sé si llega a ocupar treinta de los sesenta minutos que dura la película). Termina siendo imposible armarse una idea global de lo qué es Los Prohibidos, mucho menos quedarse con una respuesta más concreta de lo que significó la censura de libros, cuáles fueron o podrían ser los daños colaterales que tiene en la cultura, cómo se realizó esa prohibición, qué diferencias había entre los modus operandi de las diferentes dictaduras. Nada de eso puede lograre si se está haciendo zapping durante una hora entre canales, a veces, demasiado lejanos entre sí.
Por Felix De Cunto
@felix_decunto