Hay algo raro en Los tres mosqueteros 3D: supuestamente está ambientada en el siglo XVII, pero las chicas tiran frases sexy, todos son muy cancheros y la simple mención del nombre de Leonardo Da Vinci parece justificar la existencia de todo tipo de artefactos extraños, "futuristas" que le suman vértigo a la historia. Hay un rey, está Richelieu, ¿pero cuánto hay de Dumas?
Lo que uno descubre al ver esta nueva película de Paul W.S. Anderson es que Dumas, al final, importa bastante poco. De la novela quedan los tres mosqueteros, D''Artagnan y su idealismo de acción, un Luis en el trono y una idea un tanto gastada (y en la que nadie parece creer demasiado) del honor. Lo importante es todo lo que se le agrega a eso: una contraparte femenina (Milla Jovovich, musa de Anderson), un Richelieu encantador (el gran Christoph Walz), espionaje y contraespionaje, gente linda, barcos que vuelan y mucha acción. Cualquier argumento puede ser una excusa encantadora.
Aunque el humor no es el mayor fuerte de Los tres mosqueteros (no porque no esté presente, sino porque no funciona demasiado), sí lo es la acción. Con espadas, con caballos, con cañones o con barcos, esta película no deja de moverse. Milla cae desde el techo y asalta bóvedas como en cualquier película de robo al banco , las espadas echan chispas, los ejércitos caen ante los cuatro valientes (casi sin sangre, sin nada de gore), hay un duelo sobre los techos de Notre Dame. Hay chicas lindas, amores virtuosos, lealtades. La cámara gira alrededor de todo, nos permite verlo todo, maravillarnos con las acrobacias sin caer (demasiado) en la espectacularidad por la espectacularidad misma.
El nuevo D''Artagnan merece una mención especial. No hace mucho habíamos visto a Logan Lerman en Percy Jackson y el ladrón del rayo (una película que no fue suficientemente valorada en su momento y que hacía con los mitos griegos una operación similar a la que hizo ahora Anderson con Dumas), ahora lo vemos protagonizar, bajo una mata enorme de pelos, este nuevo tanque. La sonrisa, los saltos, los ojos celestes, Lerman encarna un tipo especial de actor: el que sabe ganar inmediatamente nuestras simpatías con su presencia, con su forma de moverse.
Cuando vemos Los tres mosqueteros, La pantalla se llena de colores y fantasía. Anderson no es el mejor artesano del gran cine, pero sabe hacer lo que hace, se entrega a lo que quiere entregar y a veces lo logra.