Como en “La parte del león”, de Adolfo Aristarain, la vida se complica cuando se encuentra una gran suma de dinero que no es de uno. Pero pasaron más de 40 años de aquella película protagonizada por Julio de Grazia y la historia de qué hacer con un botín, ya vista en varias oportunidades, deja de ser atractiva. Dos amigos incondicionales, el Perro (Minujín) y el Gordo (Guzzini) tratan de sacarle ventaja a las changas que tienen en un pueblito perdido. El Perro anda a los tumbos con la mamá de sus hijos (González) y el Gordo se la pasa nadando en la pileta de un hotel que supuestamente deberían cuidar en etapa de receso de vacaciones. Hasta que un día el Perro se topa con una millonada de euros detrás del botiquín de una casa, cuyos dueños supuestamente se suicidaron. A partir de ahí se suceden algunas idas y vueltas previsibles, que apenas zafan gracias a la buena actuación del nuevo comisario (Couto), que llega para poner orden donde no se conoce esa palabra. Con una búsqueda forzada sobre el final, la película se pierde la posibilidad de tener un cierre ingenioso.