Ernesto cruza una avenida atestada de autos. La cámara lo sigue mientras el plano se va abriendo hasta dejar al joven perderse en la inmensidad de la Facultad de Derecho en busca de su novia Paula, quien estudia allí. Ese primer plano con el que la película inicia es quizás el más significativo una vez que empezamos a conocerlo, pues da cuenta de un sujeto que está fuera de lugar o que simplemente queda reducido por no pertenecer a ese mundo regido por leyes, opuesto a su libertinaje adolescente. Ambos viven en Buenos Aires pero nacieron en Misiones. Ernesto es todo lo opuesto a su novia. hasta el physique du role de la pareja se ve desfasado, casi incongruente. Él es flaco, desgarbado, de rasgos brutos y actitudes torpes; ella en cambio es delicada, femenina, no fomenta la tentación pero su belleza resalta al lado de Ernesto. El problema arranca cuando ambos empiezan a salir por separado, cada uno con su grupo de amigos y amigas, y son tentados por noches de alcohol, bailes y salidas varias.
Los vagos es una película sensible, no muy nostálgica, que retrata el coming of age enfatizando el interés sexual y la desesperación hormonal. Principalmente por parte de Ernesto, quien está dispuesto a encarar una cruzada por acostarse con una chica rubia que conoció una noche. La reflexión sobre la camaradería entre hombres (“los vagos” son el grupo de amigos de Ernesto) y su fijación por tener sexo sin importar las consecuencias habilita una narración que elude las típicas formalidades del cine indie argentino (planos momificados, actuaciones herméticas) para construir con honestidad una comedia dramática bondadosa y sutil, casi sin desbordes.
En lugar de buscar la redención del personaje principal, Los vagos parece funcionar como un ajedrez que lucha asiduamente por poner las cosas en su lugar, sin jugar a la moral barata y redefiniendo el género en un ambiente que no nos es ajeno. Su anacronismo conduce a un pasado no muy lejano, cuando los celulares eran cosa para privilegiados y las citas se tomaban levantando el tubo del teléfono de línea.
Los vagos es un relato crepuscular, toma la tradición de las películas románticas y crea sus propias formalidades sin caer en la tentación del experimento críptico. Por el contrario, su sincera exposición de sentimientos a flor de piel la engrandece.