Hay equipo...
La primera impresión que deja la película de Los Vengadores, el grupo superheroico del universo de cómics de la Marvel, es la de la tarea cumplida. Este fructífero género (al menos en términos de respuesta de público) que se sustenta en las acciones de personajes de historietas llevados al cine, tenía una cuenta pendiente en la pantalla grande: la conformación del grupo comando para la defensa del planeta. Si bien en Los 4 Fantásticos o en las X-Men de Bryan Singer se había trabajado ya (y muy bien) con el concepto del grupo metahumano, es en Los Vengadores donde ese conjunto se conforma a partir de películas y personajes preexistentes. El film de Joss Whedon (Buffy, la cazavampiros) aprovecha, en forma muy sólida, los 142 minutos de metraje para justificar la presencia de cada uno de los superpoderosos y sin que ninguno haga ruido.
El asunto es simple: Loki, hermano bastardo de Thor, decide apropiarse de la Tierra a partir del uso del Tesseract, una fuente de energía que él controla y que le permite generar una suerte de agujero negro para la entrada de una raza alienígena aliada a sus oscuros objetivos. Así, la producción comienza con el ataque a la agencia paragubernamental SHIELD, al mando del espía entre espías Nick Fury (Samuel L. Jackson) quien, frente al peligro del planeta, intenta cohesionar al grupo de superhéroes que viene reclutando hace años. La base de este preludio se vino forjando durante los últimos años en las diferentes películas individuales de los personajes de Marvel.
Whedon acierta en la dosificación en pantalla de cada uno de los superhéroes en cuestión, apoyándose en el eje de los dos principales referentes: Steve Rogers (Chris Evans), más conocido como Capitán América, héroe clásico en una era de la que se siente ajeno; y Iron Man, altert ego del megalómano e insufrible millonario Tony Stark (el gran Robert Downey Jr.). La combinación explosiva y tensión filosófica entre ambos es el motor de la historia y actúa como centro para la acción del resto de las atractivas figuras: Thor, Black Widow, Hawkeye y Hulk.
El gran pulso narrativo de Whedon para la aventura se demuestra en la perfecta aparición en pantalla de cada uno de ellos en el momento indicado y siempre en función de ayudar a la riqueza del relato. La producción alcanza un objetivo muy alto dado que es sumamente difícil mantener una coherencia narrativa con una galería de personajes tan potentes y con tanta historia reconocible.
Por supuesto, se pueden realizar algunas objeciones mínimas. Los Vengadores no posee la excelencia y las cualidades revisionistas de films como las dos primeras X-Men de Bryan Singer, las Batman de Christopher Nolan o las dos primeras Spiderman de Sam Raimi. La película de Whedon apuesta al entretenimiento más simple, conectándose con las historias basadas en personajes lineales y con diálogos ampulosos, pero nunca perdiendo el humor o cayendo en la solemnidad.
De hecho, por caso, Los Vengadores funciona muy buen como film de grupo de superhéroes pero, también, como una buena entrega de sus personajes por separado: por ejemplo, es una mejor entrega sobre Iron Man que la secuela de ese film y es la mejor presentación de Hulk en cine.
A su vez, el director crea un espiral interesantísimo en un film que siempre mantiene la acción a gran escala en un punto muy alto. El matiz se logra en el redoble de la apuesta, posibilitando que los efectos especiales (que los hay, y muchos, en calidad y cantidad) siempre estén subordinados a la historia principal y al eje argumental: ¿Pueden los superhéroes trabajar en equipo? Este interrogante lleva al espectador hasta la increíble escena final en Manhattan, uno de los mejores cuadros cinematográficos de la historia reciente del género superheroico en lenguaje cinematográfico.
Obviamente, también la producción funciona en un tercer nivel: el de presentación de situación y de perfiles de personajes a fin de abrir una nueva franquicia con centro en el comando superheroico. Como se puede ver en la habitual secuencia posterior a los créditos finales parece que habrá Vengadores para rato.