Onanismo sentimental
Caía de maduro que en la franquicia Crepúsculo los días de la realizadora Catherine Hardwicke estaban contados. Su desempeño en el film del 2008 había sido un tanto inconsistente y en general sus devaneos no convencieron a nadie. Parece que en Summit Entertainment con la llegada de Chris Weitz planearon un reemplazo del tipo “anodino standard por anodina insípida”: hoy arriba a las salas de todo el mundo la primera secuela del lote, la curiosamente inferior Luna Nueva (The Twilight Saga: New Moon, 2009).
Si recordamos que ya la anterior era un refrito simplificado de Buffy, la cazavampiros, no podemos exigir originalidad aunque sí un poco de vuelo. Ahora el tópico “adolescente embelesada con un vampiro” se expande gracias a un triángulo amoroso con un hombre lobo… El desarrollo narrativo aporta diálogos ajustados, cortesía de la reincidente Melissa Rosenberg, pero no consigue hacer avanzar la historia (sabemos que Stephenie Meyer no tenía experiencia previa, sin embargo el relato no va más allá del arquetipo del melodrama).
Formuladas estas consideraciones, nos volvemos a topar con una película lánguida, melosa, sincera en su parsimonia, de excesiva duración y dirigida al público femenino de corta edad. Por supuesto regresan Bella Swan (Kristen Stewart), Edward Cullen (Robert Pattinson) y Jacob Black (Taylor Lautner), los tres vértices en conflicto. Resulta hilarante presenciar la sucesión de escenas, todas muy similares: ella está triste porque se fue su amor, luego entra en una depresión y finalmente prueba con varios intentos de suicidio.
La propuesta repite la estructura a rajatabla: poquísimos enfrentamientos, algunos detalles generacionales y cada situación con su correspondiente verborragia explicativa, bien explícita en su onanismo sentimental. Nunca nadie se complicó tanto la vida por dos personas con las que apenas se besó un par de veces (no olvidemos que el sexo tampoco estuvo ni estará involucrado, Meyer es una cristiana devota...). Cullen se borra al principio “para protegerla”, Black aprovecha para mostrar los colmillos y la señorita sigue cabizbaja.
En esta ocasión se incrementó el número de secuencias de acción y los CGI en consonancia mejoraron bastante, sin llegar a lucirse ni mucho menos. A pesar de estas “concesiones” destinadas a hacer más digerible un combo esencialmente romántico, los espectadores masculinos están advertidos sobre la naturaleza lacrimógena del film. Uno no deja se sorprenderse de cómo las mujeres pueden disfrutar de dos horas de histeriqueo cruzado. El elenco cumple dentro de un producto torpe y demasiado cursi, aunque eficaz a su manera...