Suena lógico que esta secuela de Crepúsculo haya caído en manos de un director capaz como Chris Weitz (AmericanPie, Un gran chico) en lugar de la inimputable Catherine Hardwicke (A los trece) cuando Crepúsculo se transformó en el gran fenómeno del Hollywood actual. El cine y la televisión se llenaron, de un día para otro, de fogosos (aunque pacatos) vampiros adolescentes, que se pueden usarse como metáforas sobre sexo, religión, drogas o tema polémico juvenil de turno. Luna nueva llega para llevar esa moda a otro lado porque no son los vampiros quienes deslumbran en esta segunda adaptación de la franquicia de Stephenie Meyer: los lobizones le ponen el pecho y sus cinematográficos pectorales a las balas y se hacen cargo de buena parte de la película. Luna nueva es una película atractiva mientras se centra en las a venturas de un malón de hombres lobo e intenta de olvidarse de los vampiros, como trata el personaje de la menudita Kristen Stewart con el carapálida de Robert Pattinson. Taylor Lautner, aquel simpaticón Niño Tiburón que descubrió hace unos años Robert Rodriguez hoy devenido en bombonazo absoluto, es la gran figura de esta Luna nueva: él saca a la película de esos constantes y adormecedores susurros vampíricos y la transforma en algo mucho más primario y lleno de vida.