Transcurre en la cárcel, pero no es un film sobre reclusas ni sobre el encierro. Casi todo lo contrario: es un film sobre cómo la palabra poética puede liberar, cómo en su búsqueda -que es de alguna manera también la búsqueda de sí mismas que emprenden las internas participantes de un taller de poesía- pueden percibir otra realidad distinta de ésa en la que están presas. No todas encuentran el esquivo tesoro que buscan lápiz en mano mientras excavan en sus memorias, en sus sensaciones, en sus sentimientos o simplemente en lo que les sugiere el verso que han leído o la idea que les han propuesto. Pero a todas les basta emprender ese camino para que una luz ilumine los otros mundos que tienen a su alcance y en cuya visión no hay reja que pueda impedir.
El lugar es la Unidad Penitenciaria 31, en Ezeiza, donde conviven más de 200 mujeres privadas de la libertad. Pero lo que importa aquí no son los prontuarios de causas judiciales, sino las actividades artísticas propuestas por la Asociación Civil, Social y Cultural Yonofui: un taller de poesía dictado por María Medrano y Claudia Prado, y también el taller de fotografía estenopeica que tuvieron a su cargo Alejandra Marín y Guadalupe Faraj. Más de un año estuvieron las cámaras compartiendo los talleres con las poetas, viviendo con ellas sus inquietudes y sus hallazgos, pero también la intimidad de las reuniones en que se habla de poetas y de poesía, al tiempo que se intercambia con las compañeras lo que se ha conseguido expresar en versos sencillos en los que resplandece, sobre todo, la franqueza y se confían las experiencias que han vivido en este contacto con la palabra, se confiesan historias de vida, sentimientos, pesares, errores cometidos, viejas alegrías, recuerdos significativos que el ejercicio les ha hecho recuperar. La intimidad de la cámara tan próxima a los rostros y tan discretamente atenta a lo que en ellos se refleja da al film una calidez humana y una verdad ciertamente poco habitual en documentos registrados en el ámbito carcelario. Es una nueva aproximación que se vuelve particularmente conmovedora cuando se detiene en tres figuras -tres poetas: Liliana, Lidia y Majo-, y se las escucha -como a otras compañeras- leer sus poemas y apreciar sus hallazgos. A veces, sorprendentes como los que les inspira el poema de Luis Cernuda -"Yo fui"- elegido por María Medrano para ser analizado en el taller. O cuando se reconocen en las fotografías producto del otro quehacer. O cuando salen al exterior para visitar la muestra en un centro cultural sabiendo que después deberán volver al encierro. Que ahora ya no lo es tanto como antes de que la palabra les diera el arma para liberarse y planear un futuro, aunque las rejas todavía estén ahí. El breve pero valioso trabajo de Marcia Paradiso ha merecido distinciones en varios festivales de cine documental. Seguramente las merecía.