Macbeth

Crítica de Marianela Santillán - Proyector Fantasma

La intensa penumbra

Antes de comenzar con la reseña propiamente dicha del film mencionado, realizaré una breve contextualización histórica sobre el autor y la obra a la que esta producción dirigida por Justin Kurzel alude. Macbeth de William Shakespeare es una tragedia en cinco actos, que fue escrita alrededor de 1600. A su vez, no hay certeza absoluta de que la tragedia sea completa autoría de Shakespeare, ya que ciertos pasajes podrían ser inclusiones del dramaturgo Thomas Middleton, cuya obra The witch tiene variadas afinidades con la obra shakesperiana.

Shakespeare es uno de los autores más célebres y prestigiosos de la literatura mundial, y como tal, supo exponer en sus textos las más diversas pero universales temáticas, ya sea abordándolas desde la comedia (Mucho ruido y pocas nueces, Como gusteis, Noche de Reyes, etc) o bien, desde la tragedia (Romeo y Julieta, Hamlet, Otelo, etc). Sin lugar a dudas, Macbeth entra en el grupo de las grandes tragedias shakesperianas, y por su peso y dramatismo, ha sido llevada a la gran pantalla en diversas oportunidades por los más variados directores: Orson Welles, Akira Kurosawa, Roman Polansky, y Geofrey Wright, entre otros. Si Romeo y Julieta rodea los temas del amor, las prohibiciones y la rivalidad, Hamlet refleja la incapacidad de actuar ante el dilema moral entre venganza y perdón -por lo que muchos autores, entre ellos el psicoanalista Jacques Lacan han catalogado como “el paradigma del deseo humano”- , y Otelo trata sobre la crueldad gratuita de los celos, Macbeth es sin dudas, LA obra sobre AMBICIÓN y poder.

La historia es bastante simple: Macbeth (aquí Michael Fassbender) es parte del ejército del rey Duncan de Escocia. El guerrero, a partir de una predicción de las Tres Brujas que le anuncian que primero recibirá el título de Thane y luego será rey, comienza a fantasear con el poder. Luego al comentar las profecías con su esposa, Lady Macbeth (Marion Cotillard), y ver que la primera se concreta, la ambición aumenta a tal punto que ella lo convence de asesinar a Duncan para llegar al trono. El deseo de poder es creciente, pero también surge la culpa en el nuevo rey, y el remordimiento en su cruel esposa, además de la intranquilidad de Macbeth por la posible pérdida del reinado junto a su muerte a manos de aquel “hombre que no ha nacido de una mujer”, tal como proclama una nueva profecía.

El desafío de la adaptación

La versión de Justin Kurzel (Snowpiece), si bien contiene menos elementos tragicómicos, se atiene fielmente a la obra shakesperiana ya que mantiene la ambigüedad característica que Macbeth, como pieza propone en todo momento. Esto además es potenciado por la habilidad del realizador de manipular de manera maravillosa el lenguaje cinematográfico, para filmar una obra que exuda dramatismo, al combinar los excelentes parlamentos originales, con los pasajes bélicos que exhiben a Fassbender en pleno campo de batalla en los desolados páramos, con su cara pintada, y con sed de matanza.

Más allá del clima que Kurzel logra recrear, los aspectos técnicos de Macbeth rozan la excelencia: la fotografía, a cargo de Adam Arkapaw, impacta a cualquier espectador –se trate o no un fan de la obra original- a través del uso de tonos marrones y naranjas en los planos más dramáticamente bélicos, así como el uso de cámara lenta y música acorde que generan esa sensación de oscuridad que Shakespeare creó. Además, se destacan las actuaciones de todo el elenco, pero el trabajo de la dupla protagónica: Fassbender-Cotillad, es sencillamente genial, ya que abordan personajes clásicos con una impronta totalmente innovadora.

Esta producción invita a las nuevas generaciones a acercarse a una de las obras más famosas de la historia, y me arriesgo a decir que, en mi opinión, se trata de la mejor adaptación de una obra Shakesperiana que hemos visto en las últimas décadas. Es imprescindible verla en cine y dejarse cautivar y atravesar por semejante maravilla.