Una hipérbole devaluada.
Sinceramente atacar a una realización como Machete Kills (2013) por su carácter ridículo es sinónimo de no comprender la dialéctica involucrada, dejarse llevar por preconceptos trasnochados y equivocar el punto de vista del análisis. Para juzgar un film de estas características se lo debe pensar dentro del contexto general que impone la carrera de su responsable máximo, el inefable Robert Rodriguez, y en función de ello adoptar una perspectiva tradicional en lo que hace al cúmulo de rasgos positivos/ negativos del convite en cuestión. De hecho, el tono narrativo reproduce el costado más salvaje del texano, un cineasta en esencia mediocre que nos ha regalado algunos chispazos aislados de genialidad...