Machete

Crítica de Pedro Squillaci - La Capital

Una joya del cine clase B con una crítica a la política estadounidense.

Para disfrutar “Machete” hay que tener una mirada favorable hacia el cine de género, y especialmente al de Clase B. Robert Rodríguez, el mismo de “Planet Terror” y socio de andanzas de Quentin Tarantino, le puso el alma a esta película, en la que mixturó el western, el erotismo y la estética absurda para elaborar una película que no tiene desperdicio, que tiene una dinámica intensa, divertida y que, como si fuera poco, lanza una crítica ácida hacia la política anti-inmigración del gobierno estadounidense.
El envase de la película va más allá del contenido. Porque para este caso cuenta más el concepto de los filmes de Robert Rodríguez que el guión propiamente dicho. Lo que para muchos puede ser solamente una película de acción o hasta una historia de amor, para otros será una película de culto. Pero es más justo que se la ubique en esta última opción.
Machete es un ex agente federal que perdió su familia por culpa del villano del filme, interpretado por un emblema del género de acción, Steven Seagal.
Danny Trejo es el mejor personaje que se podía encontrar para el protagónico. Su rostro marcado y su look identifica al mexicano tipo, aquel que se vio en los mejores spaghetti italianos de la mano de Sergio Leone. Machete respira venganza, pero derrocha humildad. Usa solo el dinero que necesita, el resto lo devuelve, y es incapaz de negarse a la tentación del cuerpo de una bella mujer, para el caso, una policía eficiente (Jessica Alba) y una revolucionaria renegada (Michelle Rodríguez). El machete de Machete es la llave de su seguridad. Es el arma que le permite hacer rodar tres cabezas en un intento y le abre el camino para defenderse solito contra el enemigo de turno, un corrupto senador que justamente está vinculado con aquel hombre que asesinó a su mujer y a su hija.
La violencia es parte de la estética del filme, las escenas de peleas siempre terminan con alguna parte del cuerpo seccionada, una cabeza que explota por un escopetazo y un sable que atraviesa un tórax en medio de chorros de sangre que salpican la pantalla.
Lo bueno de esta producción es que Robert Rodríguez no dejó escapar la oportunidad para que en medio de este contexto aflore su mirada mordaz hacia la clase política estadounidense. Y lo hace de la misma manera con que Machete ataca a sus rivales de turno. Clava el puñal hasta las entrañas. El senador John Mc Laughlin (igual que el virtuoso guitarrista inglés) y su burdo destino es el mejor guiño del filme. Brillante.