Madraza

Crítica de Pedro Squillaci - La Capital

De pobre a asesina sin escalas

Matilde trabaja en un comedor de una ONG y rasca la olla para llegar a fin de mes. Hasta que un día a su marido lo matan en la calle tras un robo y su vida cambia abruptamente, tan abruptamente que aquí reside el error clave de la película. Es que esta mujer, algo subida de peso y muy compinche de Vanina (Sofía Gala Castiglione), se conecta casi por casualidad con el crimen organizado y se convierte de la noche a la mañana en una asesina serial. Esa mutación, que atraviesa hasta su look y su silueta, es muy poco creíble. Porque Matilde (floja labor de Loren Acuña) no muestra ninguna crisis psicológica, ni complejo de personalidad, ni dudas. Ella cobra un dinero por adelantado, que le dejan en el casillero de un supermercado, mata por encargo y sigue con su vida. Quizá alguno asocie esa doble personalidad a la que lucía Walter White en “Breaking Bad”, pero Vince Gilligan construyó una criatura atormentada, ambigua, que se excitaba y sufría cuanto más se metía en el fango. Aquí Matilde vive como en un cuento de hadas. Quizá Hernán Aguilar quiso hacer una pintura bizarra de la clase baja porteña con aire de comedia negra. Pero su tiro no dio en el blanco.