¡Madre!

Crítica de Fernando Casals - Revista Meta

Al parecer Darren Aronofsky ama las alegorías, en Madre! nos presenta una tan obvia y explícita que resulta imposible no tener una reacción al respecto. Y las reacciones han recorrido todo el espectro de las emociones, del amor al odio, sin grises.

Aronofsky regresa al thriller paranoico en la vena de Pi (1998) y Cisne Negro (2010), pero ninguno de esos filmes llegó a los limites de la paciencia y el insulto a la inteligencia del espectador que nos presenta Madre! Sí, los elementos habituales de su cine están aquí: la descomposición mental de su protagonista, las imágenes en primer plano, la cámara en mano que adoptó desde The Wrestler (2008), la pretenciosa pompa de The Fountain (2006), y el descenso a la locura total en el último acto, pero todo esto está trabajado dentro de una escala temática del tamaño de La Biblia (no mencionaré el esperpento Noé).

Las ideas pueden ser grandes, pero el guión de Aronofsky es paupérrimo, dejando a Madre! como un ejercicio cinematográfico donde presenciamos a un director/guionista conducir una única y ridícula idea, directamente al precipicio más alto imaginable. Es una de las películas más jugadas que se haya visto con este talento en pantalla, pero también es una de las más absurdas.

Salvo por las actuaciones de Javier Bardem, Ed Harris, Michelle Pfeiffer y -especialmente- Jenniffer Lawrence (que tiene experiencia en actuar muy bien en muy malos filmes: Silver Linings Playbook, American Hustle, Joy, Passengers) la película falla totalmente en cada rubro posible.

Madre! parece existir en un espacio propio y revuelto en la ensalada intelectual de su creador, tanto en lo que se refiere a sus personajes como a las diversas referencias literarias, religiosas, mitológicas y autorreflexivas que harían sonrojar a José Narosky.

Si alguién tuvo el atino de resguardar su salud y no verla, le cuento, Madre! es una metáfora sobre la madre tierra… y lo que le hacemos al planeta ¿Tiene unos minutos para Greenpeace? El tercer acto donde vemos al personaje (sin nombre, oh!) de Lawrence ser golpeada y su hijo recién nacido ser asesinado, debe funcionar como la ostensible alegoría. ¿Necesitamos ver esas imágenes para entenderlo? En el contexto mundial de empoderamiento y neofeminsimo, que Aronofsky haya pensado que esta era la manera de subrayar su punto es incomprensible.

La falta de especificidad de Aronofsky llevará a la cinefilia snob a defender este film sólo por ser una rara avis de la cartelera global. En realidad todo lo que impulsa el filme es apenas esa metáfora gigante, un movimiento tosco que no funciona ni antes, ni durante, ni cuando se revela el “secreto” en el acto final (si alguien no pudo adivinarlo a los 15 minutos de metraje cuando se habla del “creador” y de convertir la casa en un “paraíso”).

La forma, las imágenes naturistas y el grano de los 16mm que usa el director, no tienen ningún peso si lo que se pretende demostrar es que en realidad esta no es sólo una película de “home invasion”, sino algo mucho más profundo. El comentario social se pierde en la zoncera de la práctica. Estos personajes sin nombres hablando de la vida, la creación y la muerte e intentando ocultar lo que realmente está pasando es un recurso barato que hará inentendible el film para el público masivo y demasiado estúpido para el resto.

El puro compromiso de Aronofsky de seguir su única idea hasta el final de la manera más extrema es valorable, casi admirable. Pero es demasiado tarde cuando la naturaleza de la conclusión no puede escapar del hecho de que está al servicio de una concepción malnacida. Madre! es fácil de admirar por su ambición, pero aún más fácil de descartar por su pobre ejecución.