Nadie sabía muy bien qué esperar de lo nuevo del exitoso James Wan, quien después de consolidarse como director y productor de cine de terror con películas y sagas como El juego del miedo, El conjuro e Insidious hasta se puso tras la dirección de una de superhéroes de DC, Aquaman. Maligno parece ser una película que el director se ganó hacer, en la cual se lo percibe trabajar con mucha libertad.
Es difícil contar de qué se trata la película sin adelantar sorpresas, que las tiene en grandes. Tras un intrigante y extraño prólogo en un gótico hospital veinte años atrás, en la actualidad Madison carga un embarazo visible y avanzado y llega a su casa tras trabajar largas horas; su pareja mira la televisión, la regaña un poco y tras una discusión la escena termina con un fuerte golpe en la cabeza contra la pared. Durante esa larga noche, alguien o algo que no alcanzamos a ver irrumpe en la casa y mata al hombre. Allí entra en juego la policía, con una pareja de oficiales que nos hacen pensar un poco en El juego del miedo. Las referencias al cine de James Wan se percibirán durante casi todo el relato.
Establecidas algunas cuestiones: un embarazo que es un intento más en una fila larga fila de fallidos y la situación de violencia de género -que lamentablemente no se explora nunca del todo-, la trama policial parece tomar protagonismo junto a las visiones que la protagonista empieza a tener de asesinatos. Pero Maligno no es un thriller policial, tampoco es esa especie de giallo que creímos intuir a través de las imágenes promocionales, no es un slasher ni tampoco sobre demonios o fantasmas. Es una película que mezcla climas y subgéneros para narrar una historia extraña y poco verosímil en la que uno se introduce recién después de entender y aceptar el juego.
James Wan es un director ya experimentado y aun cuando presenta escenas más estrafalarias lo hace siempre de una manera muy prolija. Quizás por eso es fácil comerse el amague de que estamos ante una película de terror más psicológica que hay que tomarse en serio, más allá de las actuaciones exageradas y las líneas de diálogo entre tontas y obvias. En el medio el desarrollo de personajes es a medias (apenas nos acordamos después de qué trabaja la protagonista, por ejemplo) y hacia el tercio final ya poco importa.
Lo que sí es evidente es que el director se mueve con toda la libertad que puede permitirse y hasta da la sensación de que a medida que se sucede la película se va divirtiendo más y más y eso es contagioso. Una escena en una celda exageradamente grande es quizás la frutilla más apetitosa del postre.
Maligno es despareja y descoloca en varias oportunidades. Es una película que con un guion más trabajado y un mejor manejo del tono -sin tanto cambio brusco- y sin tanta prolijidad y pulcritud de imagen y con menos cantidad de efectos especiales hubiese sido más fácil de entrar en ella. Sin embargo es al mismo tiempo una apuesta arriesgada, diferente y muy entretenida, llena de ideas -quizás demasiadas- y con buenas dosis de gore. Podrá gustar más o menos pero no pasa desapercibida. Para amantes del género, imperdible.