La ausencia, esa cosa tan extraña
Cloe no tiene consuelo, pero no lo dice, no encuentra palabras para hacerlo, porque, simplemente, no hay palabras para expresar tanto dolor. Su hermana Erin se ahogó una tarde en la pileta de casa y lo peor es que la vida pareciera que tiene que continuar como si nada hubiese pasado. La directora Sol Berruezo Pichon-Riviére se las ingenió para hacer foco en una tragedia sin golpes bajos ni subrayados. Así como en “La ciénaga” de Lucrecia Martel se veía ese clima de asfixia por una situación omnipresente, aquí la realizadora utilizó recursos similares para exponer lo que duele sin necesidad de mostrar la herida. Para eso se nutrió de un uso cuidado de la cámara y hasta por momentos hay una puesta casi teatral de ciertas situaciones cotidianas. Sobre todo cuando la pequeña Cloe juega con sus primas en medio de la tristeza. Todas saben todo, pero lo disimulan como pueden, en un retrato de un universo esencialmente femenino, ya que no hubo varones protagonistas ni en el elenco ni en el cuerpo técnico del filme, por una decisión de búsqueda de “mayor fraternidad”, según citó la directora. Apenas hubo dos actores en roles menores y, uno de ellos, con una mirada un tanto perversa hacia una niña. Quizá ese sea el único acto fallido del filme, ya que lo poco que muestra del universo masculino lo hace desde un lugar desagradable. Por lo demás, “Mamá, mamá, mamá” enfoca con acierto ese momento de hastío y desolación que invade a las personas que pierden a sus seres queridos en situaciones traumáticas como la que que narra esta historia.