Es un lugar común decir que la muerte es parte de la vida, especialmente cuando se trata de afrontar el duelo por la muerte de un ser querido. Pero lo que escapa a los lugares comunes es la manera en la que Mamá, mamá, mamá trata este tema tan delicado. Cleo (Agustina Milstein) tiene 12 años y pierde a su hermanita, Erin (Florencia Gónzalez), que se ahoga en la pileta. Los días posteriores a la desgracia ocurren a metros de donde ocurrió todo, en compañía de su tía (Vera Fogwil) y sus tres primas. En tanto, la madre (Jennifer Moule), está en una habitación, visiblemente devastada, casi sin contacto con nadie. En ese ambiente de contención, Cleo también atraviesa los momentos claves de la pubertad y, lógicamente, recuerda a Erin. En su ópera prima, Sol Berruezo Pichón-Revière no precisa de trazos gruesos ni de golpes bajos para mostrar a estas mujeres que deben atravesar un episodio devastador. La joven directora se vale de recursos indispensables -sólo hay algunos flashbacks- para transmitir los sentimientos de Cleo con respecto a Erin y mostrar su madurez: la primera menstruación, la necesidad de besar, el comprendimiento de lo que fue y no volverá… También es clave la relación con sus tres primas, cada una de una edad distinta (adolescente, preadolescente, niña); funcionan como una conexión con la etapa de la vida que va dejando atrás y la que está llegando. El otro punto alto de la película es el desempeño de las más jóvenes. Todas poseen una frescura innata, y Agustina Milstein sobresale por su capacidad para transmitir las dudas y conflictos del personaje. Un nuevo logro de María Laura Berch, la coach de actores especializada en chicos. Mamá, mamá, mamá habla sobre la pérdida, sobre el dolor, pero también habla de la vida, habla de quienes todavía están, de los afectos. Habla de aceptar, de crecer, habla de la condición humana. Y lo expresa mediante un lenguaje cuidado, sutil. Al mismo tiempo, presenta a una cineasta promisoria, con una sensibilidad personal.
Si la sororidad (con perdón del neologismo antipático para algunos) se construye desde la niñez o la pubertad, entonces Mamá, mamá, mamá nos convierte en testigos privilegiados de esta suerte de iniciación a la hermandad entre mujeres. A grandes rasgos, el éxito de esta incursión por un mundo a priori inasible se debe a dos factores: un guion preciso, libre de lugares comunes, y la compenetración de las chicas elegidas para encarnar a los personajes centrales, cuyas edades oscilan entre los cinco y quince años. Un accidente fatal constituye el punto de partida del primer largometraje de Sol Berruezo Pichon-Rivière. A poco de iniciado el film, la recreación de una muerte absurda y prematura adelanta la capacidad de síntesis de la realizadora, un estilo narrativo que confía en la destreza del espectador para completar eso que la cámara no muestra y aquello que Cleo, Nerina, Manuela, Leoncia, Aylín e incluso Erín apenas dicen. A la guionista y directora le basta una hora para ofrecer una aproximación fiel y conmovedora a la sensibilidad femenina en su etapa formativa. La mención de la medusa como el multiorganismo más antiguo parece aludir a ciertas características atávicas de la mujer, que se consolidan a medida que el tiempo avanza a escala individual, social, histórica y estimula el proceso de «llegar a ser» que la ineludible Simone de Beauvoir explicó en su libro El segundo sexo. Entre los aciertos de Pichon-Rivière, figura la decisión de retratar a las seis chicas en un contexto bien delimitado. De hecho Mamá, mamá, mamá transcurre algunos días de verano –en plenas vacaciones– y en una casa con pileta, habitada por integrantes de una misma familia salvo dos excepciones. En este escenario acotado la realizadora se concentra en la red de contención que las niñas no tan niñas tejen para reducir el impacto de una muerte impensada y por lo tanto inesperada. El desempeño actoral de Agustina Milstein, Chloé Cherchyk, Camila Zolezzi, Matilde Creimer Chiabrando, Siumara Castillo y Florencia González resulta determinante para la recreación de un mundo donde las miradas, los silencios y los juegos son más elocuentes que los parlamentos. Acompañan con solvencia Vera Fogwill y Jennifer Moule, a cargo de los principales roles adultos. Data de 1972 la película de Raúl de la Torre donde Graciela Borges encarna a una joven traductora afectada por el abandono de su padre, la muerte accidental de un hermano y por una relación amorosa dañina. Casi cincuenta años después, el título de la ópera prima de Pichon-Rivière parece remitir a una escena memorable de Heroína, donde la protagonista se desmorona en un congreso de psicología ante un simulacro improvisado en torno a la vociferación de la palabra Mamá. La protagonista de la ficción nacional que se estrenó el primer jueves de 2021 también clama por su madre en una situación crítica. A diferencia de la veinteañera Peny que compuso Borges, la pre-adolescente Cleo a cargo de Milstein llama en voz baja, acaso porque la compañía de su tía y sus primas pone a raya la desesperación. Es intergeneracional esta red de mujeres amorosas. De hecho en Mamá, mamá, mamá también interviene una abuela que sabe de sororidad.
UN CINE ENTRAMPADO Películas como Mamá, mamá, mamá transmiten una sensación ya recurrente: la de que buena parte del cine argentino está metido en una trampa de la que es muy difícil salir, porque en ella participan no solo los realizadores, sino también un sector importante e influyente de la crítica y el circuito festivalero nacional e internacional. Esa trampa se construye en forma de molde estético y narrativo, donde aparecen un puñado de cineastas que funcionan como marcos de referencia que conducen a los agentes involucrados por lugares cómodos, predecibles, carentes de riesgo, pero con un consenso casi absoluto que avala la circulación. Un status quo que pocos discuten y que tiene una centralidad definitivamente cristalizada, que siempre se propone como renovadora cuando está en verdad avejentada. En el caso de Mamá, mamá, mamá, ese formalismo repetitivo y tramposo se expresa a través de la historia de una niña, Cleo, que trata de lidiar con la reciente pérdida de su hermana durante un verano en el que pasa el tiempo con su familia, con sus primas siempre cerca y los adultos en segundo plano. Hay un relato de iniciación y crecimiento, donde se lidia con la pérdida, que podría ser potente desde diversos ángulos. Sin embargo, la ópera prima de Sol Berruezo Pichon-Rivière se queda en meras insinuaciones, obturada por la acumulación de códigos que sean reconocibles para el espectador indicado. De ahí que surja la cámara cercana a los cuerpos, los cuerpos recortados por el encuadre, el regodeo en la abulia, la pretensión de una “sensorialidad” bastante impostada. Todo armado con precisión para que se puedan establecer referentes claros: Lucrecia Martel y Celina Murga son algunos de los nombres que pueden venir rápidamente a la cabeza para darnos tranquilidad de que estamos ante algo conocido, que permita la reseña y conversación fácil. Pero de originalidad, nada, porque todo se trata de desplegar elementos de forma conservadora, para mantener al espectador en lugares predeterminados y cómodos, ya vistos. Film que necesita de un público que lea la sinopsis previamente, ya que no se preocupa de situarlo previamente desde lo narrativo, Mamá, mamá, mamá forma parte de una corriente del cine nacional marcada por lo repetitivo. Un cine correcto formalmente pero que no se atreve a innovar, aunque sea mínimamente, cayendo en su propia trampa y sin voluntad de liberarse.
Retratar recuerdos con simpleza resulta imposible, menos aún parece posible ponerlos a rodar y hacer del imaginario colectivo una imagen nítida y sentida. Sin lugar a dudas Mamá, mamá, mamá enseña sentidas perlas del corazón, hijas de la lagrima por dolor y duelo vertidas. Divino ardor de ópera prima, fruto delicioso que en su espíritu encierra hechizo venturoso. Cleo de niña a mujer atraviesa el duelo, amiga la muerte se hace carne impregnando de su calor las escenas. La casa de muñecas alberga una historia cuyo tratamiento conjuga rituales y juegos, fantasía y realidad para correr el velo del sopor y atravesar el espejo. El elenco compuesto de virtuosas actrices se luce en una puesta tan hermosa como realista. Complicidad es la flor secreta que transgeneracionalmente nos atraviesa, animales ritualistas que rompen su lozana piel de porcelana a fuerza de pasión y dolor. “Me gusta la lluvia cuando se convierte en nieve y se hace palpable. Y como soy temeraria, y más valiente que ustedes, no atempero mi belleza con mezquindad, para evitar que me queme. Me la trago entera. Está hecha de carne, está hecha de sustancia. Mi imaginación es del cuerpo”. La enunciación de esta cinta se roza con grandes escritoras, poetizas, mujeres de ayer y de hoy que ponen espíritu a la obra entregando en cada imagen/pagina parte de su corazón. Mamá, mamá, mamá de Sol Berruezo Pichon-Rivière se lució en la Berlinale y en el pasado Festival de Cine de Mar del Plata. Sin dudas Puentes de Cine nos acerca la posibilidad de ver esta bella película que esperaremos poder ver prontamente en salas. MAMÁ, MAMÁ, MAMÁ Mamá, mamá, mamá, Argentina, 2020. Dirección y guion: Sol Berruezo Pichon-Rivière. Intérpretes: Agustina Milstein, Chloé Cherchyk, Camila Zolezzi, Matilde Creimer Chiabrando, Siumara Castillo. Producción: Laura Mara Tablón. Fotografía: Rebeca Rossato Siqueira. Montaje: Joaquín Elizalde, Valeria Racioppi. Dirección de Arte: Ángeles Frinchaboy. Sonido: Lucas Larriera. Duración: 65 minutos.
Lágrimas rosas "Más allá del feminismo o ¿del qué lado estás? Este Film divide las aguas de manera sutil y melancólica, dejando un halo del reluciente, al igual que potente estilo de la joven y prometedora Directora y Guionista Sol Berruezo Pichon-Rivière. En este caso el tópico elegido es la mujer en sus todas sus etapas y facetas. La presencia del hombre es casi inexistente o defenestrada, y la Directora lo logra con altura en su primer largometraje" Mamá, Mamá, Mamá (2021), ópera prima de la Directora y Guionista Sol Berruezo Pichon-Rivière, sigue a Cleo en un día de verano, en el que una niña se ahoga en la pileta de su casa. Cleo, con sólo doce años afrontará la pérdida de su hermana acompañada de sus primas que la adentrarán en su mundo femenino en ebullición. Cada niña estará sumergida en un micro universo particular; y en paralelo Cleo, marcada por la tragedia de su hermana, pero sin poder expresarlo. La inocencia de la niñez, un Coming-of-age y la adultez representan a este film de Berruezo Pichon-Rivière, rebosante de poesía y simbolismo. Traspasa la pantalla y su sensibilidad, tristeza y melancolía, no solo logran que el espectador observe, sino que sienta y reflexione, sin subestimarlo en ningún momento. Por esto es que se destaca en dirección, planos acertados, contrastes permanentes, si bien son dos los dominantes, está presente toda la paleta de colores y de allí su significancia. Por otro lado el arriesgado guion, en el que la también Guionista abandona el maravilloso juego poético uniéndose al pragmatismo para obtener como resultado un exquisito resultado. El vestuario y los escasos y cuidados diálogos o expresiones en el caso de la protagonista Cleo (Agustina Milstein), las locaciones, música, utilería, sonido y producción, se alinearon y fluyeron. Si bien existen algunas reminiscencias a otras películas, en este caso no las considero relevantes. Celebro que se puedan realizar obras como estas que nos conectan con el cambio que estamos atravesando y la magia de los logros a la hora de hacer lo que uno ama y sigue sus impulsos sin ser pretenciosos. "Abandonando todo tipo de prejuicios, es posible apreciar una película como esta que es un permanente juego metafórico y contiene, sabios elementos connotativos. Recomendada para todo aquel que ame el cine simbólico y para todos los apasionados por el arte y la vida." Clasificación: 8,50/10 FICHA TÉCNICA Mamá, Mamá, Mamá Directora y Guionista: Sol Berruezo Pichon-Rivière Productora Ejecutiva: LAURA MARA TABLÓN Directora de Fotografía & Cámara: REBECA ROSSATO SIQUEIRA Edición: JOAQUÍN ELIZALDE & VALERIA RACIOPPI Música original: MAURO MOURELOS Diseño de Sonido: LUCAS LARRIERA Dirección de Arte: ÁNGELES FRINCHABOY Vestuario: CARMELA PÉREZ MORALES Maquillaje y Peinado: MARIANA JARA Sonido directo: LARA BALDINO Asistente de Dirección: LUCÍA BONELLS Jefa de Producción: DANIELA MARTÍNEZ NANNINI País de producción: ARGENTINA Producida por RITA CINE & BOMBA CINE ELENCO AGUSTINA MILSTEIN ...............Cleo CHLOÉ CHERCHYK...................Nerina CAMILA ZOLEZZI...................Manuela MATILDE CREIMER CHIABRANDO.......Leoncia SIUMARA CASTILLO.................Aylín VERA FOGWILL.....................Tía JENNIFER MOULE...................Madre SHIRLEY GIMÉNEZ..................Karen ANA MARÍA MONTI..................Abuela FLORENCIA GONZÁLEZ ..............Erín
Mamá, mamá, mamá economiza en explicaciones psicológicas y prescinde de un contexto preciso. Basta que el espacio dramático esté habitado por Cleo, sus primas, alguna amiga, la tía y su madre para que la película avance en su relato. Este puede ser minimalista si se le mide por las variaciones y picos dramáticos de la narración, y maximalista si se lo estudia por su percepción. Al respecto, Berruezo Pichon-Riviére comprende muy bien cómo los objetos de la infancia y ciertas circunstancias impredecibles forjan las primeras impresiones que quedarán almacenadas en la memoria. En este sentido, es un film hecho de memoria (potencial), porque en el acopio de primeros planos de ventiladores, calcomanías, muñecas, salvavidas, números de un sorteo, una flauta dulce y tantos otros se sugiere que allí residen los signos tempranos del recuerdo. Esos objetos, como los sonidos del verano, habrán de invocar en el futuro la desaparición de la hermana de Cleo.
Participante de la última competencia en el Festival Internacional de Mar del Plata, esta ópera prima de nos lleva a descubrir nuevas formas y procesos de rodaje del cine independiente nacional. Sutil y sugerente, la directora nos trae una historia que habla del duelo en el núcleo de un grupo femenino. “Mamá, mamá, mamá” retrata el tránsito entre la infancia y la pubertad, poniendo en perspectiva las emociones de un momento de vida atravesado por luces y sombras. El elemento trágico que dispara la muerte de un infante resulta la puerta de entrada más directa hacia el atribulado universo personal de un personaje y su conexión con el entorno que la rodea. Allí podremos conocer el vínculo que establece entre pares de la misma edad y género, como posible metáfora de alianza y sororidad. En búsqueda de comunicar fielmente los sentimientos de sus protagonistas, el plano onírico y el elemento de fantasía sobre el cual elige desenvolverse la autora otorga al relato un bienvenido dinamismo y profundidad. Decisivo a la hora de posibilitar a la ficción cierta gama sensorial que el enfoque naturalista priva, el film se beneficia notablemente a la hora de concluir un retrato que no teme inmiscuirse en íntimos y sagrados lugares personales.
En el cuarto episodio de #SePicó el Emi habla de Mamá mamá mamá, película presentada en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. Y además de conversar con su directora Sol Berruezo, cuenta con una nueva invitada especial: Maru Panelo. Pónganse cómodos.
La ausencia, esa cosa tan extraña Cloe no tiene consuelo, pero no lo dice, no encuentra palabras para hacerlo, porque, simplemente, no hay palabras para expresar tanto dolor. Su hermana Erin se ahogó una tarde en la pileta de casa y lo peor es que la vida pareciera que tiene que continuar como si nada hubiese pasado. La directora Sol Berruezo Pichon-Riviére se las ingenió para hacer foco en una tragedia sin golpes bajos ni subrayados. Así como en “La ciénaga” de Lucrecia Martel se veía ese clima de asfixia por una situación omnipresente, aquí la realizadora utilizó recursos similares para exponer lo que duele sin necesidad de mostrar la herida. Para eso se nutrió de un uso cuidado de la cámara y hasta por momentos hay una puesta casi teatral de ciertas situaciones cotidianas. Sobre todo cuando la pequeña Cloe juega con sus primas en medio de la tristeza. Todas saben todo, pero lo disimulan como pueden, en un retrato de un universo esencialmente femenino, ya que no hubo varones protagonistas ni en el elenco ni en el cuerpo técnico del filme, por una decisión de búsqueda de “mayor fraternidad”, según citó la directora. Apenas hubo dos actores en roles menores y, uno de ellos, con una mirada un tanto perversa hacia una niña. Quizá ese sea el único acto fallido del filme, ya que lo poco que muestra del universo masculino lo hace desde un lugar desagradable. Por lo demás, “Mamá, mamá, mamá” enfoca con acierto ese momento de hastío y desolación que invade a las personas que pierden a sus seres queridos en situaciones traumáticas como la que que narra esta historia.
Una niña deambula entre otras niñas. Somnolienta. Abrumada por un estremecedor suceso del cual la película, inteligentemente, dice poco y nada, son las herramientas con las que esta brillante ópera prima habla sobre el universo femenino, la niñez, el fin de la misma y la vida que golpea y no da tregua.
Mamá, mamá, mamá es la ópera prima de Sol Berruezo Pichon-Rivière, realizadora que explora aquí el mundo de la infancia femenina. No es la primera película que aborda este tema y el aumento de realizadoras en el cine argentino de las últimas dos décadas a permitido un abordaje recurrente de estos universos. La sinopsis del film es más narrativa que la película misma: “Un día de verano, una niña se ahoga en la pileta de su casa. Cleo, con sólo doce años afrontará la pérdida de su hermana en un mundo sin adultos y acompañada de sus tres primas que la adentrarán en su mundo femenino en ebullición. Cada niña estará sumergida en un micro universo particular; y en paralelo Cleo, marcada por la tragedia de su hermana, pero sin poder expresarlo”. El cine industrial de género suele caer en lugares comunes, en particular porque parte de la idea del género, es decir de reglas reconocibles. Pero el cine argentino independiente, sin género, sin narrativa clásica, acumula tantos o más espacios repetidos, reglas no escritas y recursos agotados. Como dato de color, la producción se jacta que la película fue realizada por un equipo íntegramente conformado por mujeres. No por cuestiones de feminismo, sino porque se logra, palabras de la directora, una comunidad de mayor confianza. Bueno, con un equipo de mujeres no lograron hacer una película diferente a la que podrían haber hecho con un equipo mixto, al menos en lo que se refiere a los méritos artísticos. Pero alimentar un poco la discriminación es una de las novedades este mundo actual. La película atrasa veinte años en todo lo demás. Sin restarle méritos a una buena calidad técnica y varios planos de indudable belleza. Las protagonistas adolecen también de la enciclopedia del cine independiente contemporáneo.
Sol Berruezo Pichon-Riviere, la directora del filme, apenas tenía 21 cuando ganó el concurso de óperas primas del INCAA. La historia que cuenta está interpretada y realizada íntegramente por un equipo de mujeres. A manera de rito de pasaje, la narración girará en torno a Cleo (Agustina Milstein) que acaba de perder a su hermana, y que pasará de púber a adolescente durante el transcurso del duelo… MAMÁ Bosque, jardín, árboles, plantas, flores, pasto y agua, cantidades siderales de agua, conforman el ecosistema en donde se desplegará la historia a partir de la muerte de Erin, la niña ahogada dentro de una pileta que aparecerá en la escena con la que se abrirá el filme. La atmósfera contemplativa irá dando paso a una atmósfera algo enrarecida, más íntima, dentro del ámbito familiar, dentro de la casa habitada por niñas y mujeres, cuyos gestos, actos y voces irán entretejiendo el relato. Cleo, hermana de Erin, transitará la lenta espiral del duelo, las horas parecen dilatarse en un interminable día de verano, entre el calor, la orden de mantenerse lejos del agua, la complicidad de sus primas, una de ellas esconderá el diario íntimo de Erin en lo alto de la copa de un árbol, y hasta la preparación de un inusitado ritual, el funeral de los bebitos muertos, que no sólo configura un claro rito de pasaje, de niña a mujer, sino que además introducirá el tema, que se hará cada vez más recurrente, de las niñas muertas. Su prima le explicará el cambio que se produjo en su cuerpo, Cleo se hace mujer con su primera menstruación, y entonces su prima intentará para tranquilizarla graficar su menarca con un ejemplo imbuido de una lógica mágico-científica, son como bebés que no pueden venir al mundo entonces mueren y caen. Las imágenes evocativas de la niñez y de la adolescencia, a través de la irrupción mágica de un conejo en el jardín, el vaivén del subibaja, los juegos de cartas, las canciones y los bailes, terminan de completar una narración que discurre en la espera de la madre ausente, que seguirá emocionalmente ausente, por razones obvias, una vez llegada a la casa. La escena de los peluches arrojados de un jardín a otro por Ángela, amiga de Erin, buscándola para jugar, hará que la madre vuelva a colapsar una vez más, con la presencia de fondo y siempre inquietante de un par de jóvenes trabajando en el jardín separados del universo femenino por una lona negra. La llegada de una niña paraguaya, Aylín, de diez años, junto con su madre, Karen, que viene a ayudar a la madre de Cleo con las tareas domésticas, pondrá en funcionamiento la memoria de las niñas, como si se tratara de un juego prohibido, y al mismo tiempo, aterrador y fascinante, la evocación de niñas desaparecidas. Aylín relata una historia entre sórdida y escalofriante ocurrida en Paraguay que se replicará en Argentina. Una niña desaparece raptada por el chofer de un autobús escolar. Como prueba de tal suceso les muestra una nota escrita que ha dejado esa misma niña desaparecida, que a la vez coincide casi al mismo tiempo con la desaparición de otra niña, pero argentina, en circunstancias prácticamente idénticas. Esta historia dará paso a una serie de otras historias que formarán eslabones de una cadena de niñas desaparecidas que fueron raptadas. Uno de esos relatos dejará flotando el caso policial paradigmático argentino de una madre buscando a su hija, cuyo nombre había sido escrito en la puerta de un baño. La escapada de las niñas al bosque, la aventura que implica perderse dentro de esa frondosidad para luego encontrarse, como ocurre con la búsqueda de Aylín, aparentemente perdida en medio del bosque junto a Leoncia, Nerina y Manu, rescatadas justo a tiempo, nos hace pensar en el filme como en una especie de recuperación simbólica de todas aquellas niñas perdidas en el camino, ahogadas, raptadas o robadas, cuya memoria aún sigue envuelta en el misterio de su desaparición.