Si algo tiene de bueno la secuela de "Mamma Mía!" es que le hace honor a la primera película. Porque el recuerdo que había dejado latente diez años atrás era luminoso. Y Ol Parker fue el indicado para delinear una historia en la que conviven el pasado y el presente y, lo más importante, mantiene encendida la llama de todos sus personajes. Pese a la lógica estructura basada en el musical y la comedia, este filme se sustenta mucho en lo nostálgico. Es que Donna (Meryl Streep) ya murió y Sophie (Amanda Seyfried) y Sam (Pierce Brosnan) la extrañan mucho en el hotel que alguna vez imaginó aquella mujer soñadora. La trama se traslada al año 1979 para repasar cómo era Donna en su juventud (impecable Lily James) y en qué circunstancias conoció a los tres padres de Sophie: Harry (Colin Firth), Bill (Stellan Skarsgard) y el ya citado Sam. El cuento va y viene en el tiempo y los musicales seducen por sus logradas coreografías y porque los textos de las canciones de Abba empalman a la perfección con la historia de amor, que a la vez es un canto a la amistad y a la vigencia de los vínculos afectivos genuinos. Con la perlita de las presencias breves pero brillantes de Cher y Meryl Streep, la película cierra con un nacimiento que abre la puerta para que en la isla griega se pueda gestar la tercera parte de este musical inolvidable.