El dolor a través del tiempo
La maravillosa actuación de Casey Affleck como un hombre quebrado por una tragedia del pasado constituye el gran punto a favor de Manchester junto al mar (2016), una obra de emociones contenidas y un patetismo mundano que resulta muy interesante…
Hubo una etapa en el desarrollo de la industria cinematográfica estadounidense donde las “películas vehículos” para los actores principales/ estrellas eran la norma en casi todos los estratos, films que se armaban en función del lucimiento de un protagonista que controlaba el proceso creativo y recibía una buena tajada de las ganancias. Ese período desapareció con el arribo de los CGI en el mainstream y la multiplicación de productoras pequeñas -en el caso del indie- que suelen entregar opus para públicos muy específicos. Así las cosas, si hoy nos topamos con una realización que brilla sólo o esencialmente por el desempeño de un actor podemos decir que dicha situación se condice con un “accidente” más o menos premeditado: Manchester junto al Mar (Manchester by the Sea, 2016) es un ejemplo de lo anterior, un trabajo que vive y avanza con soltura por la gracia del genial Casey Affleck.
El director y guionista Kenneth Lonergan nos propone una historia muy sencilla que gira alrededor de Lee Chandler (Affleck), un portero de Boston que debe volver a su pueblo natal, Manchester, para enterrar a su hermano Joe (Kyle Chandler), quien murió a causa de las complicaciones de una insuficiencia cardíaca, y para hacerse cargo de su sobrino adolescente Patrick (Lucas Hedges), el único hijo del difunto. Lonergan mantiene el tono del relato cercano al existencialismo sincero, por lo que la esperable confrontación entre Lee y Patrick se da a través de diálogos ásperos aunque inteligentes. El joven no es el típico “cliché con patas” de Hollywood -un descerebrado que grita groserías e idioteces- sino un chico autoconsciente y muy dinámico, y Lee es un hombre bastante parco que arrastra una tragedia familiar previa que a su vez lo motiva a querer abandonar el pueblo cuanto antes.
Si bien la película en general es correcta y se hace un festín con ese laconismo formal que suele ir de la mano de todo este andamiaje de reconstrucción de los vínculos afectivos en ocasión de un duelo que nunca se termina, a decir verdad -como señalamos anteriormente- es el extraordinario desempeño de Affleck el que moviliza la trama: aquí el señor da una lección en cuanto al arte de masticar el dolor, la culpa y la expiación, transformándolos en una necesidad imperiosa de silencio y soledad. El realizador le permite al protagonista explayarse a sus anchas y de este modo consigue el mejor trabajo en la carrera de Affleck, superando lo hecho en Desapareció una Noche (Gone Baby Gone, 2007) y El Asesinato de Jesse James por el Cobarde Robert Ford (The Assassination of Jesse James by the Coward Robert Ford, 2007), sin duda sus cúspides más altas a nivel profesional hasta el día de hoy.
Tampoco podemos pasar por alto la breve participación de Michelle Williams como Randi, la ex esposa de Lee, en especial por la difícil escena que ambos comparten llegando el desenlace (uno de los grandes momentos del cine reciente y de la actuación en general). Lamentablemente Lonergan tiende a alargar las situaciones y sus remates en pos de enaltecer el naturalismo de base, una jugada que al mismo tiempo se ve compensada vía una serie de flashbacks disruptivos bien insertados y la decisión de privilegiar las tomas amplias -en consonancia con el distanciamiento emocional del personaje de Affleck- por sobre los primeros planos, ese fetiche del cine festivalero y lacrimógeno. La desesperación que se esconde en Manchester junto al Mar incluye detalles de patetismo mundano que ayudan a empardar al film con un retrato interesante de un quiebre anímico irreparable…