Esta es de las películas más esperadas de la temporada y, por una vez, tanto revuelo está muy justificado. Este melodrama familiar es, sin dudas, de los mejores elencos y de las películas más sólidas de las que vi en esta camada de camino a los Oscars.
De la mano de “Amazon Studios” y siguiendo con esta lógica de que el contenido atractivo ya no sale siempre de Hollywood y sus majors, nos encontramos con una historia que cala profundo. Como si necesitaran más datos, entre los productores encuentran a Matt Damon y John Krasinski.
La historia se enfoca en Lee Chandler (Casey Affleck) quien tiene que volver a su pueblo. En estas idas y vueltas al pasado, vemos cómo hay un hecho que lo ha separado de quien fue antes y que el espectador va desentrañando. Lo que sí entendemos es que su presente es algo que detesta, trabajando como encargado de un edificio y siendo responsable en su desarrollo, pero no pudiendo hacer contacto real con nadie. De repente: la noticia.
Su hermano muere y tiene que volver para hablar con el hijo que deja atrás. Lee tiene que hacer todo lo posible para que los fantasmas no se lo coman, pero no puede conectarse más que con la pérdida, en una suerte de anestesia perfecta, cual si lo narrara Camus como “El extranjero”.
Su vínculo con su sobrino será lo más luminoso de su vida y es por recordar su lazo con su hermano y con su padre. Aquello que no puede verbalizar pero que lo ha marcado. Las mujeres en el film parecen ser de lo más prescindibles: ni lo fue la madre de ellos dos, ni la mujer del hermano y su perfecta mujer es borrada de un plumazo.
Michelle Williams aparece diez minutos en pantalla y se roba todo. No sólo es de los personajes más queribles sino el que le da otra dimensión al personaje principal que si no, pensarías que no tiene alma. La familia. Los hermanos. La paternidad. El mar. El bote. El sobrevivir. Escrita y dirigida por Kennet Lonergan, el mismo de Pandillas de Nueva York y Analízame, nos cuenta a partir de estos personajes, la nieve y una música que cada vez que avanza la película, más se parece a un réquiem.
Es un lavaje de culpas. Es un convivir con culpas. Mención aparte para Lucas Hedges que como ese chico que queda sin padre y a merced de este tío, nos parte el alma y sin necesidad de un monólogo desesperadamente forzado.
Es una sólida narración, un guión impecable y unas actuaciones a su altura.
Cuando termina, cuesta levantarse de la butaca y creo que me he llorado 2 horas de las 2.15. Pero es maravillosa. La familia. Los hermanos. La paternidad. El mar. El bote. El sobrevivir.