Desventuras de un romance
Una pareja se enamora tras quedarse varada porque su taxi aéreo sufre un accidente a raíz de una fuerte tormenta.
El comienzo de Más allá de la montaña es engañoso y hace pensar que el cineasta palestino Hany Abu-Assad, que compitió por el Óscar a Mejor Película Extranjera con El paraíso ahora y Omar , desembarcó en Hollywood con una película de cine catástrofe. Dos extraños no aceptan la cancelación de un vuelo por cuestiones climáticas y decidieron alquilar juntos una pequeña avioneta y despegar antes de que cierre el aeropuerto. Ella es Alex (Kate Winslet), una emocional fotógrafa periodística que necesita llegar sí o sí a Nueva York para casarse. Él es Ben (Idris Elba), un demasiado neurocirujano británico que viaja para operar de urgencia a un niño.
Pero la tormenta tiene otros planes, y en medio de una secuencia inolvidable, el taxi aéreo deja a los protagonistas heridos y abandonados a su suerte en medio de la montaña, acompañados por un carismático labrador que tranquilamente podría llevarse un premio de la Academia. El perrito sin nombre es lo único que parece unir las personalidades opuestas de Ben y Alex, aunque la tensión entre ellos queda en segundo plano mientras intentan sobrevivir. A esta altura es difícil creer que Abu-Assad haya transformado esta premisa en un drama romántico. El instinto de supervivencia se vuelve una metáfora más del romance cuando los protagonistas aprendan la diferencia entre vivir la vida y tratar de sobrevivir.
Más allá de la montaña parece dividida en dos partes que se amoldan a las personalidades de Ben y Alex. La primera mitad sigue el razonamiento del cauteloso neurocirujano y encuentra a los protagonistas esperando ayuda. A medida que van perdiendo la fe en una misión de rescate, la intempestiva lógica de la fotógrafa se apodera del relato y los protagonistas salen a desafiar la tormenta en busca de la civilización. El cineasta estiliza al extremo el largo camino de Ben y Alex y eso produce secuencias impactantes mientras los protagonistas luchan por su vida, pero también se aplica a momentos ridículos, como cuando el fuego se vuelve símbolo de pasión.
La química es impecable entre Idris Elba y Kate Winslet, una especialista en romances imposibles, y ellos son los responsables de redimensionar una timorata escena de sexo. La pacatería de Abu-Assad al filmar ese momento sorprende por la naturalidad con la que retrata a una pareja interracial, toda una rareza en Hollywood, sobre todo para una película que celebra la acción y la voluntad de lucha.