La realizadora colombiana Laura Mora, quien estuvo a cargo de la serie Pablo Escobar: El Patrón del Mal, presenta Matar a Jesús, una película inspirada en su propia historia personal.
La película se centra en Paula (Natasha Jaramillo), una joven de 22 años que cursa la carrera de fotografía. Un día su padre, un profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Medellín, es asesinado por un sicario delante de ella. Tras comprobar la ineptitud por parte de la policía local -quienes hasta le habrían robado un reloj al muerto-, la joven se pondrá un objetivo: matar a quien acabó con la vida de su progenitor.
Una noche en la que Paula sale a divertirse con sus amigos a un boliche, se encuentra cara a cara con Jesús, el joven responsable por la muerte de su padre. Luego de intercambiar varias miradas, y también sus números de teléfono, la protagonista iniciará una extraña e intensa relación con este chico, aunque su intención continuará puesta en vengar la muerte de su ser amado.
Si bien los actores no son profesionales o son noveles, logran conseguir naturalidad y realismo en sus respectivas interpretaciones. Esta elección se debe a una decisión de la directora, quien buscó brindar una mayor autenticidad a la historia con jóvenes que pertenecieran a la zona. Aun así, la falta de experiencia de los actores se deja ver en diferentes partes de la película, sobre todo en las escenas emotivas.
La fotografía es uno de los puntos clave de la película. La elección de primeros planos para varias de las escenas intensifica cada emoción por la que atraviesa Paula. Matar a Jesús está contada plenamente desde el punto de vista de la protagonista. La cámara actúa como una extensión para ver a través de los ojos de la joven. Por medio de ella se podrá acceder a los lugares que habita, tales como la universidad y otros lugares de Medellín.
Laura Mora realiza Matar a Jesús para contar su historia -su padre fue asesinado por sicarios, aunque no fue delante de ella ni tampoco conoció al asesino-, pero también para mostrar una realidad social. La cineasta deja ver las constantes situaciones de violencia extrema que se viven día a día en Medellín. La película funciona como crítica de la pobreza y de las difíciles situaciones sociales en las que viven los habitantes del lugar.