Dirigida y escrita por Hugo Giménez, Matar a un muerto es un drama inquietante y oscuro que sucede en el monte durante la dictadura de Stroessner en Paraguay.
Pastor y Dionisio son dos hombres encargados de enterrar cuerpos NN sin vida. Esa rutina en medio del monte se encuentra interrumpida cuando uno de los presuntos cadáveres resulta ser un hombre aún vivo. Un rato antes, una placa nos situó en Paraguay en 1978.
A fuego lento es que se va cocinando esta historia cada vez más sórdida e inquietante. Allí donde todo parece calmo, alejados de lo que sucede en el país y en el mundo. Una radio que no funciona y ni siquiera les permite saber a los protagonistas cómo está transcurriendo el Mundial.
Cuando aparece este hombre con vida se les descoloca todo. ¿Qué hacer? ¿Cómo? Nadie habló en este trabajo de ser asesinos, pero no parece haber otra salida posible. Hugo Giménez consigue crear atmósferas de tensión que se intensifican con todo lo que no se ve, lo que está ahí afuera. No es para nada casual el año en que sucede, habla de un fuera de campo incluso peor.
El film, entonces, se va narrando a través de lo que les sucede a ellos a partir de este hecho inesperado, y la carga psicológica por la que van transitando. La tensión está construida no sólo a partir de la relación entre ellos dos, donde uno tiene un mayor poder sobre el otro, sino también sobre quienes están del otro lado dándoles órdenes.
Giménez construye de manera sólida un potente drama de suspenso a partir de pocos elementos. El monte como escenario principal, tan vasto como opresivo, y apenas un par de personajes a los que eventualmente se les sumará algún otro. El trío principal (compuesto por Ever Enciso, Aníbal Ortíz y Jorge Román) se desenvuelve muy bien en el registro en que la película los pone, con más silencios que diálogos, miradas que no necesitan de palabras. También vale resaltar que a nivel técnico se presenta un film muy cuidado.
Interesante retrato sobre una época terrorífica que se aleja de los hechos más conocidos y en su lugar explora el tema de los desaparecidos desde un costado poco habitual, más intimista y no menos terrible. El gran acierto de Hugo Giménez es la buena creación de climas por los que nos hace transitar.