La última parte de la trilogía dirigida por Wes Ball, escrita por T.S. Nowlin y basada en los libros de James Dashner nos sitúa unos meses después que donde terminó la entrega anterior y reúne a varios personajes para poder luego darle el cierre esperado a la historia.
La película nos llega un año más tarde que lo previsto inicialmente a causa de importantes lesiones que el protagonista sufrió rodando la película. Y es que desde la primera secuencia, en la que persiguen y se terminan subiendo a un tren en movimiento con el fin de rescatar a su amigo Minho, se es testigo de escenas de acción muy jugadas físicamente (saltar de edificios, atravesar ventanas de vidrio, molerse a golpes). La aventura y la acción, garantizados.
En cuanto a la trama, el mundo fuera de ese laberinto se encuentra más cerca que nunca de llegar a su fin si pronto no se encuentra la cura para el virus que de a poco va atacando a todos (incluso a alguien muy cercano a Thomas) pero eso no es fácil cuando la corporación a cargo de hacerlo sigue reglas muy propias con las que es difícil estar de acuerdo.
Se descubre una ciudad todavía de pie, que estaba resguardada y reservada sólo para los más afortunados, y es allí donde radica el corazón de WCKD (CRUEL en español), la corporación en cuestión.
El personaje de la directora, interpretada por una desaprovechada Patricia Clarkson, acá pierde bastante presencia y se erige como villano principal Aidan Gillen y su Janson, un malo de esos que son simplemente muy malos. Es que no hay muchos grises por acá.
A nivel actoral es quien mejor se luce, aunque si bien ninguno de los actores más jóvenes sobresale en general todos están bastante bien. De todos modos, después del traspié que significó la secuela, esa película recargada pero al mismo tiempo superficial y aburrida, el final apela a brindarles por fin a cada personaje y cada relación entre ellos la dimensión que se merecían y el cierre que cada uno necesitaba.
Hubo un propósito en estar en ese laberinto y en correr todo este tiempo escapando de o hacia algo.
El film dura algo más de dos horas pero lo cierto es que en ese tiempo pasan cosas continuamente. Uno de los problemas que tiene el film es que si bien se supone que gira (como su título lo indica) en torno a la cura tan buscada y preciada, esto no forma gran parte del relato.
Lo importante para el protagonista es rescatar a su amigo y después poder escapar a tierras alejadas. A nivel técnico hay un gran diseño de producción que permite sumergirnos en este mundo de una manera muy creíble. La construcción de las ciudades, los edificios, los transportes incluso.
A la larga, esta tercera parte es un digno cierre de la saga distópica, mejor que algunas predecesoras como "Divergente" pero ni tan novedosa ni profunda como "El Juego del hambre". No puede evitar caer en ciertos clichés del subgénero, aun así logra ser un producto disfrutable y pasatista.