Nuevamente dirigida por Wes Ball, la secuela de Maze Runner: Correr o morir pone a los protagonistas fuera del laberinto y de vuelta al mundo real.
Mientras la primera Maze Runner partía de una premisa atractiva dentro de la moda de las películas sobre distopías protagonizadas por adolescentes, en la cual el laberinto era el gran protagonista. En esta secuela, también basada en los libros escritos por James Dashner, los escenarios son varios, los conflictos muchos y hasta la película termina siendo un rejunte de elementos que podrían pertenecer a diferentes géneros cinematográficos.
Es cierto que la película no da respiro. Los protagonistas más que nunca se la pasan casi toda la película corriendo, escapando de algo o de alguien. También aparecen y desaparecen personajes continuamente, siendo el principal protagonista Thomas (Dylan O’brien) el único al que seguiremos toda la película, perdiéndose la esencia de una película de un grupo de chicos que para sobrevivir tenían además que aprender a llevarse bien y confiar en el otro y cayendo en un pobre desarrollo entonces de la mayoría de esos personajes.
En ese rejunte de elementos y referencias, Prueba de fuego comienza pareciéndose a La Isla, de Michael Bay para que unos minutos después se convierta en una película de zombies. Y eso es sólo el comienzo de una película que quiere alejarse de otras referentes como Battle Royale o The Hunger Games (o incluso la mediocre Divergente) pero aunque juegue a querer ser por ratos una película de terror o una especie de roadmovie de acción, al final demuestra que es igual a todas ellas, incluso con líneas que parecen calcadas y que no reproduciré por no spoilear la película.
Hay un trabajo de arte muy atractivo que construye un mundo futuro distópico en el que las grandes ciudades quedaron en ruinas, con edificios y puentes caídos, e incluso los efectos especiales de ciertas criaturas que aparecen –zombies que no se llaman zombies, y algunas cosas más- están muy bien logrados.
En Prueba de fuego todo sucede tan rápido que muchas cosas las dan por sentadas sin necesidad de explicar (cómo escapan de ciertas situaciones por ejemplo), y sin dudas no es una película para ir a ver sin haber visto la primera. Aquí se ahonda un poco más en esa entidad malvada (que se llama WCKED, porque siempre se puede ser más obvio) y en el mundo que estuvieron escondiéndoles y se erige allí afuera.