Gran parte del cine argentino de las últimas décadas se caracterizó por ser un cine de situaciones, de un retrato temporal en el que las acciones son dejadas -en gran parte- de lado. Películas con una concepción estética que transita diversos colectivos sociales para enmarcar su filosofía como obra artística en torno a los universos de turno.
En Me Perdí Hace una Semana, Iván Fund retrata el transcurrir de ciertos personajes en un barrio humilde: un hombre que ha perdido su perro y su vínculo con una pareja joven que se acaba de mudar al lugar y una mujer policía que vive junto a su pequeña hija. El film no hace otra cosa que girar en torno a las relaciones humanas y en cierto punto la cotidianidad de sus protagonistas y sus luchas más internas consigo mismos.
Con climas bastante desolados, la ausencia de música incidental y una estética que transita entre el documental y la ficción, Fund crea un mundo envuelto en una percepción sumamente realista. El inconveniente es que a pesar de sus setenta minutos, la película se torna densa. Entre distintos registros con cámara en mano y largos planos que se dividen en silencios y extensos diálogos pasatistas, en conjunto el relato adquiere un carácter realista pero sin lograr apuntalar una historia atrapante y un desarrollo más fluido de la narración.
Da la sensación de que Me Perdí Hace una Semana nunca logra abarcar su propio universo para dimensionarlo en una historia de interés, sino que se pierde en climas y sensaciones que resultan intermitentes y hacen que el relato se torne intrascendente. El film de Fund parece no poder desenmarañarse entre los conflictos entre su forma y contenido, en función de lo cual nunca llega a construir una narración homogénea, principalmente por carecer de un núcleo argumental fuerte que sirva como punto de inflexión en relación a los hechos que irán transcurriendo.