Disparatado e incongruente
Un complejísimo éxito quirúrgico (un completo trasplante de memoria de un cerebro a otro resuelto casi tan fácilmente como una operación de amígdalas) es indispensable para que la rebuscadísima intriga de Mente implacable pueda desarrollarse. Pero ya se sabe que la CIA todo lo puede, incluso recuperar los secretos que uno de sus agentes, sin proponérselo, se ha llevado a la tumba, y que el espectador puede tener tanta buena voluntad como para tomar en serio ésa y otras "originalidades" que a esta altura tienen más de atrevimiento que de novedad. También se sabe que hay directores que con sus incoherencias (¿o serán distracciones?) son capaces de ir añadiendo a lo largo de cerca de dos horas de proyección nuevas incongruencias, algunas tan artificiosas o disparatadas que, en lugar de acentuar la tensión o el suspenso que haría presumir un caso relativamente vinculado con la ficción científica, producen risas involuntarias.
Que todo esto suceda en un film con un elenco tan cotizado como éste que encabezan Kevin Costner, Gary Oldman, Tommy Lee Jones y Ryan Reynolds resulta tan inexplicable como la propia historia si es que puede llamársele historia a esta interminable y confusa suma de equívocos que escribieron Douglas Cook y David Weisberg y que Ariel Vromen empeoró a fuerza de querer convertirla en un film de acción, para lo cual ayudan, por ejemplo, la presencia de un hacker conocido como "el Holandés" y una enorme suma de dinero proveniente del pago de un rescate.
En realidad, el mayor (tal vez el único) enigma que propone la película se refiere al motivo por el cual el notable elenco aceptó comprometerse con este olvidable producto.