David Lowery, director y guionista de este proyecto, traza una historia cautivante de principio a fin como nunca se vio entre la amistad de un niño y su mejor amigo, un dragón llamado Elliot.Elliot no es un dragón de los que estamos acostumbrados a ver, no emite ninguna palabra, pero desborda una personalidad amable y juguetona, como si fuera un cachorro de 15 metros al que sólo le interesa jugar y tener la compañía de su mejor amigo, Pete (interpretado por Oakes Fegley).
Elliot y Pete tienen una química única, no sólo hay amistad entre ellos, sino también los une los trágicos eventos de sus vidas: los dos son “huérfanos”, están perdidos y aislados en su propio mundo en medio del bosque. Ellos son un ejemplo clave en las “grandes amistades del cine” y cuando la película llega a su fin, los presentes en la función van a lamentar que no existan “elliots” en este mundo; pero el mundo es grande y la película no tiene miedo a mostrarlo.
Un gran elenco secundario rodea a estos dos amigos. Karl Urban, Bryce Dallas Howard, Wes Bentley y el gigante de Robert Redford acompañan y consiguen hacer sus papeles de forma correcta sin quitar el lugar privilegiado a los verdaderos protagonistas. No hay ningún villano en esta historia, sólo gente y sus decisiones, no esperen ningún caza dragón o corporación misteriosa que tenga conocimientos ocultos.La película es realista y se muestra como tal, utilizando el folklore para dar vida a la leyenda.
Una gran banda sonora a cargo de Daniel Hart consigue trasladar el aire de campo, sus caminos y laberintos al oído del público. Escuchar las melodías en conjunto con el trabajo de fotografía de Bojan Bazelli hacen que la experiencia sea más placentera. Mi gran amigo el dragón en mi opinión es uno de los verdaderos tanques del año, lo demuestra en su calidad total que expresa lo justo y necesario sin llegar a extremos. Es para todo público, grandes o chicos, sólo basta que quieran ver buen cine, y acá lo van a tener y van a querer más. Sin dudas, recomendada.