Secretos al mejor postor
De un tiempo a esta parte la hermosa Mila Kunis se ha transformado en sinónimo de comedias chatarra dirigidas a todos los públicos posibles y por consiguiente a nadie, en una jugada que parece ser a la par producto de un encasillamiento por parte de un sector de Hollywood, el más necio y facilista por cierto, y de las decisiones de la chica en materia de su carrera, casi siempre involucrada en películas a mitad de camino entre un realismo grasiento que maquilla su ausencia de ideas con detalles robados de obras mejores del pasado y un intento de absurdo satírico que termina sepultado bajo el peso de su torpeza, redundancia y lamentable memez. El cinismo generalizado de este tipo de films se condice con el cinismo de la industria, los espectadores y la misma crítica, lo que desencadena que propuestas de por sí fallidas languidezcan aún más por su falta de autenticidad ideológica.
Todo este panorama tranquilamente se puede extender a buena parte de los actores y actrices carilindos de hoy en día ya que su mismo look de modelitos los condena a lo que el mainstream contemporáneo entiende por “productos livianos”, léase obras muy pero muy flojas que pretenden recuperar fórmulas de antaño aunque sin la chispa ni el talento ni la ingenuidad necesarias. El último “coso” anodino de turno es Mi ex es un Espía (The Spy Who Dumped Me, 2018), una suerte de comedia de acción orientada a hacer uso de la vieja premisa centrada en un tonto o un par -como en esta oportunidad- que se ven envueltos en una intriga y/ o conspiración internacional, esquema que por ejemplo constituyó el núcleo básico de toda la querida saga de Blake Edwards iniciada con La Pantera Rosa (The Pink Panther, 1963) y protagonizada por el mítico Inspector Jacques Clouseau (Peter Sellers).
Con semejante título no hace falta explicar mucho y sólo diremos que la protagonista, Audrey (Kunis), y su mejor amiga, Morgan (Kate McKinnon), son dos burguesas aburridas que terminan en una misión de espionaje en Europa del Este cuando el novio de la primera, Drew (Justin Theroux), el cual resulta ser un agente de la CIA para sorpresa de la mujer, le encarga llevar a Viena un misterioso trofeo para entregarlo a un contacto del señor. El ardid funciona como disparador de una serie de situaciones remanidas que -como decíamos anteriormente- juegan en la frontera entre la parodia de los opus símil thriller de secretos al mejor postor (sin incluir ni un mísero componente novedoso) y las epopeyas de acción que se preocupan por construir un piso de verosimilitud (aquí difuminada vía esa típica catarata de diálogos hiper reiterativos/ explicativos de gran parte del “bazar” hollywoodense actual).
El producto realmente es malo y no cuenta con elementos positivos que nos acerquen a una eventual expiación: la directora y guionista Susanna Fogel es otra autómata de los estudios que no puede salirse ni un ápice de la línea de montaje más predecible y bobalicona, las actuaciones del elenco van de lo rutinario a lo banal, la pose canchera y por momentos sensiblera de la propuesta se vuelve insoportable a los pocos minutos, y lo peor de todo es que el film en su conjunto no es gracioso para nada ni mucho menos inteligente, basta comparar cualquier capítulo de El Superagente 86 (Get Smart) con el bodrio que nos ocupa. Aquellos que busquen acción se sentirán defraudados por el sustrato infantil de la película, los que pretendan comedia light eficaz se sorprenderán del pobre nivel de los planteos y remates y finalmente aquellos que anden detrás de entretenimiento puro y duro se toparán con un trabajo por demás extenso -casi dos horas de la nada misma- que aburre a más no poder y no sabe resolver prácticamente ningún “giro” narrativo sin recurrir a un cliché…