La comedia Mi Gran Casamiento Griego fue el éxito sorpresa de 2002: costó cinco millones de dólares y recaudó más de trescientos en todo el mundo. La historia es simple: Toula Portokalos (Nia Vardalos, también guionista y nominada al Oscar por este rubro), de ascendencia griega, rompe con la tradición familiar de juntarse con un hombre de sangre helénica para caer en los brazos de Ian (John Corbett). El choque cultural y la intromisión constante del numeroso y pintoresco clan Portokalos provocan una serie de momentos graciosos. Justamente la química entre los actores y la simpatía que generan fue un factor clave para el éxito, que también originó una breve serie y le permitió a Vardalos (hasta entonces, mayormente una actriz de teatro) tener una carrera en cine y protagonizar Connie y Carla, junto a Toni Collette, y Mi Vida en Grecia. Era cuestión de tiempo para que la continuación fuera una realidad. Catorce años después, llega Mi Gran Boda Griega 2.
En esta oportunidad, Toula debe lidiar con varias cuestiones al mismo tiempo. Por un lado, Paris (Elena Kampouris), su hija, está por terminar la preparatoria, y le preocupa que solicite ir a una universidad fuera de Chicago y se vaya de casa. Por otro lado, comienza a tener más tiempo de intimidad con Ian, pero la relación ya carece de la frescura de antaño. Y la frutilla del Baklava: Gus (Michael Constantine), su padre y patriarca de la familia, descubre la invalidez de su casamiento en las tierras del Partenón, décadas atrás, y deberá contraer matrimonio nuevamente con Maria (Lainie Kazan), quien ahora no parece muy interesada en ser su mujer. Toula tendrá que hacer lo imposible por resolver cada situación.
Como la primera parte, esta película se aferra a las sonrisas y risas que puedan generar la interacción y la ternura de los personajes, en especial los secundarios, y las referencias a la cultura griega y el orgullo de los Portokalos por su origen. El veterano Constantine es quien gana protagonismo esta vez; los gags que lo involucran no son precisamente novedosos, pero el actor y el director Kirk Jones (quien debutó con la estupenda aunque olvidada El Divino Ned) se las arreglan para que todavía funcionen.
Otro elemento de la trama se enfoca en el inminente “nido vacío” que dejará la hija de Toula e Ian, y en cómo el matrimonio debe revitalizar la relación, aunque es incapaz de permitir que la chica quiera hacer su vida en otro ámbito. Una cuestión universal, que es resuelta de la manera más predecible, siempre con elementos de humor y de emoción.
A Mi Gran Boda Griega 2 le alcanza con muy poco para cumplir con el objetivo de mantener contentos a los fanáticos del film anterior y de la Vardalos. La familia vuelve a ser el tema central, como también el respeto por las tradiciones y la libertad de dejar hacer su vida a los más queridos. Una película entrañable.