David Frankel es un reconocido director estadounidense con suficiente experiencia tanto en televisión como en el cine. Tras algunas películas exitosas como “Marley y yo” y, sobre todo, “El Diablo se viste a la Moda”, ahora decidió trasladarse a Inglaterra para contar la historia de quien fue quizás la primer gran sorpresa que el programa “Britain’s Got Talent” tuvo (un par de años antes que Susan Boyle).
Y es la de Paul Potts, un gordito tímido con poca confianza en sí mismo que en su primer audición en el programa deslumbró al jurado y al público que lo aplaudió de pie, al cantar ópera con una voz privilegiada. Pero “One chance” se enfoca muy poco en esa parte de la historia. Así como recién escuchamos cantar a su protagonista pasados los primeros veinte minutos del film, es una hora después de ese momento que recién lo vemos anotarse por internet para ese concurso.
La idea del guión es centrarse en su historia de vida. En la película vemos a un Potts que siempre supo que quiso: ser cantante de ópera. Pero vive con una madre que lo apoya como puede y con un padre que lo alienta al trabajo duro, a olvidarse de esos sueños que no suelen llevar a ningún lado. Trabaja en un local de celulares junto a quien sería su mejor (y único, parece) amigo y es gracias a él que conoce, al menos personalmente, a Julz, una muchacha simpática que siempre lo va a alentar a más y es quien parece mover a Paul.
Porque cuando ella le dice que no la llame hasta que esté en Venecia estudiando ópera, como él le había contado que quería hacer, él cumple su palabra. El actor que tuvo que meterse en la piel de Paul es James Corden, un actor más bien televisivo y abocado a la comedia, que logra transmitir emociones y generar risas casi por igual.
Es quien interpreta a esta persona que parece siempre destinada al fracaso, sin importar el talento que tenga. Porque por cada cosa que le sale bien, una le sale peor. Claro, eso hasta el final conocido. Lamentablemente esta “historia de vida” se termina pareciendo más bien a un telefilm, bastante edulcorado y con una dosis de humor que no siempre funciona.
Es cierto que hay escenas para destacar, probablemente su primera interpretación en público sea una de ellas. El soundtrack incluso presenta temas pop (hasta hay uno de Taylor Swift) además de la ópera. Y cuando el que canta es el protagonista, quien le pone voz es el propio Paul Potts.
A grandes rasgos, el film termina siendo una biopic poco atractiva, con unos pocos momentos de interés, pero un desarrollo desparejo. Y no logra plasmar el fenómeno que supo ser su presencia en el programa, más allá del final. “One chance” no es mala, pero es de esas películas que no se quedan con uno más que lo que ésta dura.