¿Quién patrulla estas aguas?
Debe haber muy pocas situaciones más gratificantes en el ámbito cinematográfico que el encontrarse con una propuesta minimalista que conduce a cada uno de sus componentes hasta el extremo de la efectividad. Como suele ocurrir en estos casos, el responsable máximo detrás de cámaras es un artesano, un director que sabe balancear los pormenores de la narración y las necesidades industriales del momento, sean estas del tenor que sean: con Miedo Profundo (The Shallows, 2016) Jaume Collet-Serra deja atrás una maravillosa trilogía de thrillers de misterio y acción protagonizados por Liam Neeson, compuesta por Desconocido (Unknown, 2011), Non-Stop: Sin Escalas (Non-Stop, 2014) y Una Noche para Sobrevivir (Run All Night, 2015), lo que a su vez implica un regreso al terror de las también geniales La Casa de Cera (House of Wax, 2005) y La Huérfana (Orphan, 2009).
Si bien el catalán ya había ofrecido muchísimas pruebas de su amor por el cine de género, su maestría visual y una prodigiosa atención puesta al servicio de cada detalle de sus films, en esta pequeña epopeya de resistencia su estilo se hace más evidente, queda al amparo de los ojos del espectador -sin ninguna máscara y/ o ropaje de por medio- porque el guión de Anthony Jaswinski reduce la acción a un esquema sumamente simple en el que todo el peso del relato recae sobre la ejecución concreta del realizador de turno. Lo que podría haber sido apenas un mashup simpático entre Tiburón (Jaws, 1975) y Mar Abierto (Open Water, 2003), se transforma en una aventura dolorosa y bastante tétrica gracias a la tensión que Collet-Serra le imprime a las escenas y su excelente dirección para con la protagonista absoluta de la faena, una Blake Lively que nos regala cuerpo y sangre a pura efervescencia.
Por si todavía hay algún despistado que no sabe de lo que hablamos, sólo diremos que la trama posee dos personajes fundamentales: Nancy (Lively), una surfista texana que está vacacionando en una playa paradisíaca de México, y un gran tiburón blanco que “prueba” parte de su pierna izquierda y quiere el resto de su cuerpo. Cuando se produce el ataque, la señorita decide refugiarse primero en el cadáver flotante de una ballena y luego en una formación rocosa símil arrecife que queda expuesta o sepultada según los vaivenes de la marea, siempre con la compañía de una gaviota malherida que -como ella- está varada y a la buena de Dios. Sin duda los otros dos pivotes principales del opus son la belleza de las locaciones naturales y la labor del equipo técnico, en especial del director de fotografía Flavio Martínez Labiano y el editor Joel Negron, quienes aprovechan el entorno al máximo.
En esencia los “secretos” de Collet-Serra se resumen en una construcción meticulosa de la puesta en escena, la garantía de una historia dinámica y el encomendar a los artilugios digitales sólo determinados floreos visuales, sin jamás permitir que estos pasen a primer plano o subyuguen a la narración como ocurre con casi todos los productos que entrega Hollywood para el consumo masivo. Miedo Profundo es una clase B como las de antaño, un ejemplo de que aun hoy se pueden crear obras acotadas y muy entretenidas con un presupuesto mínimo. Evitando la verborragia patética sobrecargada de chistecitos y aires de “girl power”, el coraje de la película es -en cambio- primitivo porque se concentra en la supervivencia más llana, la vinculada a ese temor que aflora cuando los burgueses salen a hacer turismo y a surcar la vastedad de los mares, sin saber quiénes patrullan estas aguas…