Los milagros son para los blancos.
Los Beam forman una adorable familia de Texas que vive en el campo en una hermosa casa; el papá es veterinario (Martin Henderson), la mamá (Jennifer Garner) ama de casa, y las tres hijitas son rubias y bonitas. Todos los domingos concurren a la iglesia evangelista del pueblo donde todos son tan blancos, correctos y republicanos como ellos.
La felicidad de la familia se interrumpe cuando Anna (Kylie Rogers), la hija del medio, comienza a sufrir agudos dolores en el estómago y luego de un maratón que incluye decenas de estudios y consultas con especialistas es diagnosticada con una rara enfermedad digestiva, que lamentablemene es incurable.
Lo único que su familia puede hacer es brindarle el mejor tratamiento posible y mitigar el dolor mientras la niña esté con vida. La enfermedad los obliga a hacer enormes sacrificios económicos y a trasladarse a Boston constantemente donde se encuentra el mejor especialista.
En una sucesión de escenas lacrimógenas vemos el padecer de la familia y de la pequeña con excesivos y explícitos detalles, pero el eje del relato no es la cercanía con la muerte o los tratamientos pediátricos, sino la fe. Todo gira en torno a por qué una familia que parece seguir al pie de la letra las reglas de todo cristiano evangélico debe pasar por tal sufrimiento, y como pueden conservar la fe a pesar de todo.
El énfasis en el tema de dios y la fe no es en vano, el filme esta basado en la historia real de la familia Beam (la madre colaboró en el guión), cuya hija se curó milagrosamente luego de un extraño hecho.
Si bien la situación de la familia es realmente trágica, cuesta tomarse en serio una historia con tantos clichés, con escenas hechas pura y exclusivamente para que los espectadores lloren y sufran, y una iglesia donde la gente es impolutamente blanca, bien vestida y con familias bien constituidas, como dios manda.
A pesar de todo la película sabe administrar bien todas las fórmulas del cine comercial para crear un producto efectivo, con sacudones emotivos y buenas actuaciones de casi todo el elenco, especialmente de Jennifer Garner, Eugenio Dervez y Queen Latifah, que le aporta al relato la gracia que le falta, al interpretar a una camarera cuyo rol nada tiene que ver con la historia, pero que cubre la cuota de corrección política al poner a una actriz negra.
Una excelente producción, con hermosa música y fotografía, lindos actores -bastante más atractivos que la verdadera familia Beam que aparece al final del filme- son parte de una película que entre lágrimas, cursilería y lugares comunes pretende aleccionar al espectador sobre la fe, y el verdadero significado de los milagros, apuntando a un publico tan blanco, clase media y cristiano como sus protagonistas, o que al menos aspira a serlo.