Paramilitares del nuevo milenio
Y aquí tenemos otra película conservadora/ derechosa/ fascistoide de Peter Berg, un actor que de a poco fue armando una carrera como director desde su simpática ópera prima Malos Pensamientos (Very Bad Things, 1998), punta de lanza para una ristra de films entre los cuales encontramos propuestas hiper olvidables como El Tesoro del Amazonas (The Rundown, 2003) y Juego de Viernes en la Noche (Friday Night Lights, 2004), mamarrachos insoportables como El Reino (The Kingdom, 2007) y Hancock (2008), trabajos amenos en sintonía con El Sobreviviente (Lone Survivor, 2013) y Horizonte Profundo (Deepwater Horizon, 2016), y más cosillas infumables como Día del Atentado (Patriots Day, 2016) y el opus que nos ocupa, Milla 22 (Mile 22, 2018). Toda la trayectoria del señor está repleta de personajes estereotipados y muy unidimensionales que no aportan nada al género de turno.
Ahora el realizador se tira de cabeza en una pileta bastante vacía que unifica los thrillers contemporáneos de espionaje y el cine de acción de las décadas del 80 y 90, generando una experiencia de lo más mediocre que no sólo no aprovecha el potencial de ambas comarcas sino que se vuelve francamente tediosa a los pocos minutos de comenzado el metraje: en su pretensión de “apostar a seguro”, el film por un lado se asemeja a lo que sería una especie de caricatura triste de la franquicia de Jason Bourne (Matt Damon), desde ya reemplazando el sustrato de izquierda por un chauvinismo yanqui horrendo, y hasta se sabotea a sí mismo de manera grosera porque embadurna el único interés que podría tener el convite, léase la colección de masacres y escenas vertiginosas, con esa típica edición caótica y demencial símil Michael Bay que no deja apreciar/ comprender absolutamente nada de lo que ocurre.
El meollo del asunto, o mejor dicho la excusa de turno para que empiecen a volar las balas y explote un poco de todo, pasa por la premisa del “testigo en peligro” aunque en vez del contexto judicial en esta ocasión tenemos a un tal Li Noor (Iko Uwais), un policía de Indonesia que se presenta en la Embajada de Estados Unidos y solicita ser sacado del país a cambio del código para desbloquear un disco rígido externo con la localización en el globo de distintos cargamentos de cesio destinados a la fabricación de armas (el disco además se autodestruirá en ocho horas si no se introduce la contraseña). El encargado de transportar al susodicho y esquivar los infaltables intentos de asesinato, cubriendo las 22 millas del título hasta el aeropuerto para la “extracción”, es el paramilitar James Silva (Mark Wahlberg), quien trabaja con Alice Kerr (Lauren Cohan), el vínculo yanqui con el doble agente Noor.
La película desperdicia a Wahlberg haciendo que se dedique a soliloquios egocéntricos de “macho alfa” más que a disparar en sí, no aprovecha a una Cohan que no tiene oportunidad de sacar a relucir la intensidad que demostró en The Walking Dead y -esto es lo más trágico- asimismo no saca partido de la presencia de Uwais, protagonista de las placenteras The Raid (Serbuan Maut, 2011) y The Raid 2 (Serbuan Maut 2, 2014), un coreógrafo extraordinario cuyo desempeño queda tapado bajo ese montaje innecesariamente veloz y videoclipero al que nos referíamos con anterioridad. Aquí Berg pareciera que no se termina de decidir entre construir tensión en serio, para ello debería haber aflojado un poco con los diálogos bobos, exagerados y remanidos del flojísimo guión de Lea Carpenter, o apostar por un producto afable de acción en torno a los paramilitares del nuevo milenio, para lo cual tendría que renunciar a la cámara movediza, el promedio de un corte por segundo y la repetición sin fin de secuencias agitadas y ruidosas en las que no pasa nada memorable…