Protagonizada por Jessica Alba, la nueva actriz fetiche del director Robert Rodríguez, esta cuarta entrega es un relanzamiento de la saga.
Marissa Cortez (Alba en su estado más puro de insipidez) acaba de casarse con Wilbur, un conductor de reality shows viudo y padre de los pequeños Rebeca y Cecil. Odiada por sus nuevos hijos y madre de un bebé recién nacido, Marissa deberá volver a entrar en servicio cuando la agencia secreta a la que pertenecía la requiera para una misión de alto riesgo.
Timekeeper ha adquirido la capacidad de controlar el tiempo y la duración de los días está siendo alterada. Con cada minuto que corre las horas se suceden a mayor velocidad y esta familia ensamblada deberá aprender a convivir para detener a los ladrones del tiempo.
La estética (detastada por muchos) que utiliza Rodríguez en sus filmes familiares vuelve a hacerse presente en esta ocasión, con un abuso del croma que reduce la cinematografía al regodeo del videojuego. La vara de ridiculez es elevada aún más, acaso si eso era difícil de creer, al punto que ni siquiera los niños pueden sentir empatía con estos personajes, odiosos casi todos ellos. Basta con decir que la pequeña participación de los mini espías de la trilogía original y el breve cameo de Danny Trejo son los únicos dos momentos que aportan aire fresco dentro de este deja vu.