Crímenes en la intimidad
En el panorama cinematográfico de nuestros días los thrillers de “pareja psicótica” -esos que tantas alegrías nos dieron en el pasado- quedaron muy relegados frente a otras vertientes del suspenso que apuestan más al impacto (como por ejemplo la invasión de hogar, los relatos de entorno cerrado, el acoso con condimentos sobrenaturales, etc.) y frente a convites que directamente pretenden reflotar viejos engranajes del film noir más tradicional (en este caso suele predominar una serie de pesquisas y vueltas de tuerca marcadas por la previsibilidad y un desarrollo naif, si las comparamos con sus homólogas de otras épocas). Así las cosas, salvo que hablemos del campo del terror mainstream y su obsesión con vincular al núcleo familiar con los fantasmas vengadores de antaño a la J-Horror, los sobresaltos centrados en el ámbito privado casi desaparecieron por completo.
A priori Mío o de Nadie (Unforgettable, 2017) acumulaba unas mínimas expectativas por dos factores: la premisa de base prometía retrotraernos a aquellos hostigamientos amorosos de tiempos pasados y la propuesta -de hecho- es el debut en la dirección de Denise Di Novi, conocida en esencia por haber sido la productora del mejor período de las carreras de Tim Burton y Henry Selick, esa etapa que abarca El Joven Manos de Tijera (Edward Scissorhands, 1990), Batman Vuelve (Batman Returns, 1992), El Extraño Mundo de Jack (The Nightmare Before Christmas, 1993), Ed Wood (1994) y Jim y el Durazno Gigante (James and the Giant Peach, 1996). Lamentablemente el resultado no logra inyectarle al subgénero un poco de aire fresco pero por lo menos alcanza una simpática medianía que nos aleja de los desniveles a los que nos tiene acostumbrados el Hollywood contemporáneo.
La prolijidad y las buenas intenciones de Di Novi consiguen que este mashup light entre Atracción Fatal (Fatal Attraction, 1987) y Durmiendo con el Enemigo (Sleeping with the Enemy, 1991), los dos pivotes modernos del esquema, entretenga rutinariamente, nos regale actuaciones impecables y no mucho más. La historia está centrada en Julia Banks (Rosario Dawson), una mujer que huye de un ex violento, Michael Vargas (Simon Kassianides), y decide mudarse junto a su nuevo amor, el empresario cervecero David Connover (Geoff Stults). Los crímenes en la intimidad comienzan cuando Tessa (Katherine Heigl), la ex esposa de David, supone que Julia no sólo quiere reemplazarla en la cama matrimonial sino también como madre de la pequeña Lily (Isabella Kai Rice), circunstancia que la motiva a contactar a Vargas haciéndose pasar por Julia y a construir situaciones para desacreditarla.
Considerando que el guión de Christina Hodson y David Leslie Johnson respeta a rajatabla el devenir promedio del subgénero, en verdad son las actuaciones de Dawson y Heigl los ejes principales de la faena: aquí la primera por fin encuentra un vehículo para lucirse vía un protagónico que le demanda todo un espectro de emociones (el júbilo del inicio se va transformando en un calvario a medida que la manipulación se hace más y más agresiva) y Heigl -por su parte- consigue salir del rango cómico en el que estaba encasillada con un desempeño tan sexy como eficaz (su Tessa no es simplemente una arpía desalmada que se aprovecha de la pobre Julia, sino una mujer enferma y triste que ejerce su sadismo por despecho y por esa autoexigencia desmedida cortesía de su madre, interpretada a su vez por una perfecta Cheryl Ladd). El ambiente de cartón pintado de la alta burguesía y la falta de una carga erótica un poco más jugada a nivel general atentan contra la intensidad de una experiencia que cae en un terreno inofensivo y bastante higiénico, cuando el sustrato de fondo reclamaba enfatizar el melodrama con el objetivo de exacerbar el vigor homicida…