Conmovedora y simple, muestra cómo los relatos unen distintos universos y los retroalimentan.
Gerad Depardieu, (en el rol de Germain Chazes), es dúctil y todo terreno y eso no es una novedad y que puede hacer contraste con cualquier actriz, como en este caso Gisèle Casadesus, que compone a una anciana fantástica, liviana y sabia, tampoco.
Lo que si resulta novedoso es como un film que se dispara desde una vida ruda, como la de Germain, llena de sinsabores y fracasos puede ser recompuesta a través de un encuentro.
Él ronda los cincuenta y pico, ella unos cuantos más. Él tiene una sabiduría de la vida, su torpeza es compensada por esos saberes que la calle, la amargura y el fracaso otorgan y ella la de los relatos que la literatura que casi siempre supera a la vida, le comparte.
Así, esos encuentros entre un hombre signado por el afecto de sus amigos pero por un fondo que nunca llega a tocar y una anciana capaz de prodigar historias, tejen un vínculo maravilloso.
La historia es sencilla, mínima casi, pero las grandes actuaciones de sus protagonistas sumadas a una perfecta elección de los relatos que se van tejiendo y unen a estos seres tan diversos, da como resultado un film delicioso, tierno y muy bien logrado.
Con un buen diseño de arte, un guión que hila convenientemente las historias nada azarosas que se narran y un gran montaje, Mis tardes con Margueritte resulta algo más que un entretenimiento aportando humor y reflexiones que rozan la filosofía y lo existencial.
Grandes actuaciones que demuestran que no hay historias pequeñas, sino muchas veces artistas mezquinos, este por suerte no es el caso.