A pesar de no tener explícitos puntos de contacto, la visión de este filme me recordó el estreno de la producción inglesa “Una dama digna” (“Mrs. Palfrey al The Claremont”, 2005), una película cálida y emotiva, que vale la pena ser vista. Esta conexión entre ambas propuestas no es más que una inexplicable asociación libre.
En el caso de “Mis tardes con Margueritte” un cada vez más enorme Gérard Depardieu perece repetirse a sí mismo: todo el relato vuelve sobre los pasos de un simpático personaje –aunque inculto, humilde y bonachón- que es testigo, en estos breves encuentros con una letrada anciana, de un costado más positivo de la vida.