Rescatando al soldado Matt Gyver
Son tiempos de propaganda. La NASA está cada día más envalentonada respecto a sus misiones espaciales recientes y sus preparativos para una excursión a Marte en 2030. La idea de seguir colonizando el espacio parece inspirar a las mentes creativas de Hollywood, pero sobre todo a los grandes ejecutivos, quienes dan carta blanca y fomentan estos proyectos. Para los estadounidenses, debe de ser además una forma de recuperar ese orgullo perdido por la crisis financiera, la mala prensa de los procedimientos de vigilancia masiva de su gobierno, sus cada vez más desprolijos bombardeos a países extranjeros y los tiroteos a civiles en escuelas y lugares públicos desperdigados en el mismo país. Y como ya nadie parece recordar la trágica desintegración del Challenger, ahora, en el espacio, los americanos pueden volver a ser héroes.
¿Qué pasa si agarramos un episodio de Mac Gyver, lo estiramos a dos horas y media, le colocamos como protagonista a Matt Damon –un buenazo que siempre da lástima cuando queda solo– lo envolvemos en un ambiente de supervivencia a lo Náufrago, lo ubicamos en Marte –cuanto más difícil el entorno, más asuntos que resolver–, y le sumamos unas cuantas dosis de autosuperación triunfalista made in Hollywood? La respuesta es: Misión rescate.
Al llegar al planeta rojo, el contingente espacial del Ares 3 es azotado por una tormenta de arena, justo cuando los astronautas están recogiendo muestras del suelo y haciendo un reconocimiento de la zona. Luego de un accidente, uno de los integrantes es dado por muerto, y abandonado en el árido suelo marciano. Al volver en sí de su desmayo, cae en la cuenta de que su tripulación lo abandonó, que sus días están contados y que debe de utilizar todos sus conocimientos y su creatividad para subsistir durante su estadía en el planeta, hasta que llegue una nueva partida de rescate.
La acción se alterna principalmente entre el equipo de la NASA y su abordaje del problema desde la Tierra, y las adversidades del protagonista en Marte y sus vías para enfrentarlas; más adelante, una tercera perspectiva nos acercará más al Ares 3 y su tripulación. Así, la película corre a buen ritmo, sin excesos de grandilocuencia y con una narración clásica y cristalina, y sus mejores tramos parecen estar en esas escenas orientadas a la resolución de problemas y a la aplicación de conocimientos científicos para solucionarlos. Desafortunadamente, el costado humorístico es muy malo, e incurre reiteradamente en las quejas de Damon por contar únicamente con música disco, sus puteadas en off y algunas punchlines poco ocurrentes: "chupate esa, Neil Armstrong". La gravedad en Marte, que es sólo un 38% la de la Tierra, se ve obviada y los personajes caminan como si estuvieran en el patio de su casa, quizá para darle un perfil más mundano al asunto; reforzando este planteo, el astronauta repara casi todo lo que se le rompe utilizando cinta pato.
Nótese que la NASA, idealizada, esgrime siempre problemas de tiempo, de riesgos y de trabajo humano como impedimentos para llevar a cabo el rescate, y nunca la crucial cuestión económica. No sea cosa de que algún contribuyente caiga en cuenta de las aberrantes y multimillonarias inversiones que suponen esta clase de misiones.