Un náufrago en Marte
La nueva película de Ridley Scott recupera la mejor faceta del cineasta británico que logra un trabajo con grandes probabilidades de llevarse media docena de Oscars
Dentro de la amplia gama de película de ciencia ficción situadas en el espacio exterior, un gran porcentaje de ellas se encuentran ambientadas o está referidas al planeta Marte. Las dos versiones de La Guerra de los Mundos, John Carter, Misión a Marte, Planeta Rojo, ¡Marte Ataca! Y Marte Necesita Madres son algunos de los ejemplos más famosos y recientes.
Pero, con el reciente descubrimiento de agua en el planeta rojo, y la constante transmisión de fotografías provenientes del robot Curiosity, el cuarto planeta está más presente que nunca en la mente de la humanidad, y eso lo convierte en el perfecto candidato a ser colonizado, aunque sea cinematográficamente, claro está.
En esta contexto, llega El Marciano (The Martian), que por esos avatares del marketing internacional, fue rebautizada para su estreno en Latinoamérica como Misión Rescate, un título que suena un tanto "berretón" para una obra de esta envergadura, pero que sin embargo se convierte en una pequeña mancha, un detalle menor en un film que cuenta con un reparto multiestelar encabezado por Matt Damon, Jeff Daniels, Jessica Chastain, Sean Bean, Kate Mara, Michael Peña y Chiwetel Ejiofor, entre muchos otros.
La historia, basada en la novela del mismo título escrita por Andy Weir y difundida por capítulos a través de su blog, relata la odisea que debe vivir el astronauta Mark Watney (Damon) cuando la tripulación de la misión espacial que lo llevó a pisar suelo marciano lo da por muerto tras una tormenta y abandona la superficie en una emergencia.
Recuperado del accidente, Watney emprende un camino hacia la supervivencia en un planeta hostil en el que no puede cultivar alimentos, ni conseguir oxígeno armado sólo con su iniciativa a prueba de balas y sus impresionantes conocimientos de botánica, química y física. "Puedes resignarte o ponerte a trabajar", dice en algún momento del filme el protagonista.
Por su parte, la NASA, enterada de la supervivencia de Watney, debe organizar una misión de rescate en tiempo récord.
Y si bien todo esto le puede sonar conocido a algún cinéfilo que haya visto la película de 1964 Robinson Crusoe en Marte, la historia que Scott encara va para el lado de la ciencia ficción "seria", con constantes referencias a la cultura "nerd" aunque sin descolocar al espectador no acostumbrado a escuchar tantos nombres extraídos de la tabla periódica por segundo.
Para dar una idea, el espectador se verá inmerso en una película más al estilo de Gravedad de Alfonso Cuarón que la fallida (en taquilla, no en calidad) Interestelar de Christopher Nolan.
Porque aquí surge un apartado intelectual y es el de los lenguajes que utilizan los autores de ciencia ficción para contar sus historias: por un lado están aquellos que ubican al hombre en la inmensidad del espacio sideral al tiempo que desarrollan una analogía de la filosofía y la metafísica –con exponentes inmensos como Isaac Asimov y Arthur C. Clarke- y aquellos que apelan directamente a la aventura y a la capacidad física e intelectual de los protagonistas para sortear los obstáculos que se le presenten, tal como hacía Robert Heinlein.
En este caso, y a pesar de que Weir es un confeso fanático de Heinlein, la traslación de su obra se ubica en el exacto medio de ambos estilos.
En el aspecto técnico, Misión Rescate (o El Marciano, como quiera llamarla), es uno de esos filmes en los que Ridley Scott demuestra su obsesión por los pequeños detalles y se puede relajar del plano actoral al contar con tremendos intérpretes, la mayoría de los cuales sólo actúan en poco menos de la mitad del filme. El resto es mérito propio de Matt Damon, cuyo trabajo recuerda enormemente al Náufrago de Tom Hanks y Robert Zemeckis aunque en una situación mucho más compleja.
La banda de sonido del filme es un tema aparte en el que se conjugan varios temas de música disco -el espectador descubrirá el porqué a lo largo de la obra- así como también clásicos como Starman de Davis Bowie que amenizan la larga espera de Watney.
Por lo demás, el filme cuenta con dos horas y media de duración que se pasan volando con el adecuado equilibrio entre ciencia, drama y humor (del negro, claro, ya que Watney sabe que sus posibilidades de sobrevivir son limitadísimas) que entretienen -y cumplen la función básica para la que fue creado el cine- e incluso soprenden, por lo cual, y esto a consideración del crítico, puede convertirse en las próximas semanas en una seria candidata a llevarse unos cuantos premios Oscar, incluido el de Mejor Película, Mejor Director y Mejor Actor.