La nueva película de Disney tiene en el centro a una joven no princesa que no busca amor ni espera ser rescatada, sino que siente el llamado del océano y necesita –su necesidad personal es lo más fuerte- cruzar el arrecife y embarcarse en una aventura que la llevará a lugares impensados.
Moana es joven pero su futuro parece estar ya escrito. Sin embargo, ella espera algo más de la vida que quedarse siempre en el mismo lugar, cumpliendo su mandato. El océano la llama desde pequeña pero también siempre le enseñaron que había muchos peligros allí, especialmente cruzando el arrecife. Su padre es el principal oponente al espíritu valiente e inquieto de la joven, pero encuentra en su abuela, considerada loca por el resto de los habitantes, la confianza y el aliento necesario para animarse.
Enmarcada en la antigua Polinesia, y con referencias a leyendas provenientes de ese lugar, Moana cuenta la travesía que emprende su protagonista junto a un semidios, Maui, que se muestra creído y egoísta al mismo tiempo que no encuentra otra opción que acompañarla, ya que él tiene que recuperar un objeto valiosísimo que perdió a causa de su ambición. Entre los dos se genera una relación muy divertida de ver, y si a eso le sumamos al tercer acompañante, un pequeño gallo con cierto retraso mental que le impide realizar las actividades más básicas como comer, el resultado son varios gags que le brindan mucho humor al relato.
En cuanto a animación, el film despliega una escenas muy bellas y un buen diseño de personajes y sus expresiones (el detalle de los tatuajes de Maui que se mueven también aporta), así como también de los lugares (como el mar, que es un personaje más).
Una de las secuencias más atractivas, a nivel visual y a nivel entretenimiento, es la protagonizada por Tamatoa, a quien da voz Jermaine Clement (el de Flight of the Conchords y uno de los protagonistas de What we do in the shadows). En una película a la que quizás le sobren números musicales, el que protagoniza este cangrejo es de lo mejorcito del film.
Los mensajes, como siempre en las películas de Disney, son claros. Se resalta la importancia de ser una misma, de dejarse guiar por nuestros deseos internos, de la amistad, pero sobre todo de encontrar nuestro lugar en el mundo.
Moana está dirigida por dos conocedores del universo de Disney, Ron Clements y John Musker, incluso se permiten tras los créditos referenciar una de sus películas anteriores (no se las cuento pero lo captarán inmediatamente si se quedan hasta que terminen los créditos).
Las voces y canciones originales funcionan y algunas canciones son más pegadizas que otras, de todos modos es probable que la mayor parte, quizás en su totalidad, de las funciones se den dobladas al español.
Antes de que empiece el film, se proyecta el corto Inner Workings, un simpático relato sobre la necesidad también de escaparle a los moldes, en este caso a la rutina que aburre y agobia y consume nuestro espíritu.
Resumiendo, Moana es una película para disfrutar entre chicos y grandes. El guión no tiene muchas sorpresas, subrayando algunos mensajes y sin poder escaparle a ciertos clichés, sin embargo es correcto. Divertida y simpática, al mismo tiempo que conmovedora, Moana es especialmente ideal para quienes aman el océano y tienen espíritu viajero.