La película que dirige Alejandro Landes es un potente retrato sobre la especie humana. Un grupo de adolescentes armados en medio de la selva cuidan de una doctora extranjera que tienen como rehén. Con ese punto de partida se va desplegando de manera original y dura un montón de cuestiones sobre la adolescencia, la violencia y la naturaleza.
¿Es la misma violencia la que se percibe a través de los ojos de un niño que la de un adolescente o que la de un adulto? Landes se enfoca en esa etapa intermedia, donde uno sabe que ya no es un niño pero aún no tiene las cosas tan claras como para ser un adulto, y sin embargo se cree que sí las tiene.
Esa sensación de vamos a vivir por siempre, somos jóvenes y libres. Este grupo de adolescentes inmersos en medio de la siempre poderosa madre naturaleza tendrá su desarrollo no sólo a partir del conflicto bélico, sino desde lo personal, y en especial entre ellos. Durante la duración del metraje transitaremos con ellos muchos estadíos.
A nivel técnico nos encontramos ante un film de calidad notable. Las imágenes ya de por sí, creadas con mucha prolijidad, son potentes pero además hay un destacable trabajo sonoro que muchas veces cobra protagonismo.
El uso del sonido para acentuar la tensión y la incomodidad que ya de por sí consigue Landes a veces roza lo soportable. La banda sonora es de Mica Levy quien también estuvo a cargo de la de “Under the skin” y por momentos consigue esa misma extrañeza.
Hay un trasfondo político en el cual nunca se ahonda, porque no necesitamos saber exactamente a qué grupo pertenecen ni en qué momento determinado sucede la trama, acá lo primordial es el núcleo, en el comportamiento que sobre todo en medio de la naturaleza se torna más animal, salvaje.
Son adolescentes que buscan sobrevivir. Con algunas escenas surrealistas u oníricas, Landes se permite jugar y correrse de los límites, tanto a nivel narrativo (no hay un personaje y un conflicto central; es impredecible) como a nivel audiovisual, aunque no hay nada librado al azar, lo tiene todo calculado.
“Monos” no cuenta con una estructura tradicional porque prioriza lo sensorial, es una película que antes de contar transmite. Una mirada original e incómoda apoyada en una realización que deslumbra a través de sus imágenes y sonidos. Extraña y demoledora.