La batalla de los nerds
Como muchos saben, hablar de la industria de animación Pixar es referirse a cine de calidad. Sus películas suelen figurar en las votaciones de críticos de todas partes del mundo como varios de los mejores estrenos del año. Sería ideal disfrutar de estos estrenos (cine honesto, bueno, vibrante) en condiciones dignas de exhibición, pero lamentablemente esto no es posible en el Uruguay. Al igual que el otro filme importante de animación de esta semana, Mi villano favorito 2, esta película es exhibida en más de veinte salas, pero solamente en copias dobladas al español. Es decir, el que quiera ver esta película tal cual fue concebida deberá esperar a que se edite una futura edición en DVD -quizá un par de meses-, quien quiera oír las voces originales de Billy Cristal, John Goodman, Steve Buscemi y Helen Mirren no tendrá chances de hacerlo en ninguna de las más de quinientas proyecciones semanales de este país. En fin, es una pena que los distribuidores decidan de antemano la forma en que nosotros y nuestros hijos queremos ver las películas, y es de temer esta reciente avanzada de doblaje en los estrenos -también en muchos casos para películas de consumo adolescente y adulto-. Si la idea es analfabetizar aún más a la población, el camino es el correcto.
Pero vayamos a la reseña: precuela de la notable Monsters Inc, se desarrolla aquí una anécdota previa; la experiencia universitaria de los protagonistas y el arduo recorrido que debieron atravesar para consagrarse como “asustadores” profesionales. El universo paralelo presentado anteriormente es utilizado para plantear un ejercicio de género clásico, y con uno de los formatos más atractivos que suelen tener esta clase de aventuras: la competencia por etapas. Para demostrar de qué están hechos, los personajes deberán enfrentarse a otros grupos de monstruosos contrincantes, en una pugna en la que se resolverá quiénes son los más temibles asustadores de humanos de la Universidad: las cinco diferentes instancias están concebidas con toda la creatividad que caracteriza a Pixar, y el hecho de que varios de los personajes del bando principal sean en apariencia perfectos pusilánimes vuelven a cada desafío una auténtica proeza a cumplir. El final, una detallada y brillante orquestación por parte de los protagonistas en el arte de asustar puede ser visto como una hermosa metáfora de la creación artística y de la búsqueda por suscitar emociones.
Resulta cuando menos curiosa la mirada sobre el oficialismo educativo: los talentosos protagonistas son castigados, catalogados como ineptos, estigmatizados o desplazados por parte del cuerpo docente. Lejos de la crítica integrada de JK Rowling en Harry Potter -en el colegio de magia y hechicería de Hogwarts existían injusticias y errores pero aún seguía siendo el mejor lugar para estudiar-, aquí la solución final significaría independizarse, vivir al margen de las reglas y, finalmente, hacerse de una carrera autodidacta por fuera de la institución. Esta visión anárquica resulta un matiz excepcional en lo que respecta a las producciones mainstream; Pixar nos tiene acostumbrados a estas pequeñas y bienvenidas salidas de tono.