Atráeme si puedes
Muerte en Buenos Aires, a pesar de su título tan poco agraciado, resulta una película interesante por las decisiones estéticas y un buen trabajo con los actores, sobre todo porque la cara de la película es el Chino Darín, que tenía todo para fracasar al lado de un gran actor como Demian Bichir, pero sale airoso y logra un buen trabajo y una conexión interesante con el mexicano nominado al Oscar, quien pelea mucho con el acento porteño pero convence principalmente por su papel de policía atribulado.
Los personajes de Muerte en Buenos Aires son poco tridimensionales y algo estilizados, pero encajan bien en una narración clásica con un tono bastante oscuro, sin muchas pretensiones, a pesar del gigantesco despliegue de producción, con puestas de cámara rimbombantes y un impecable trabajo técnico. Por momentos la directora Natalia Meta coquetea con el cine moderno de directores como Nicholas Winding Refn, sobre todo por el desempeño en la fotografía y la combinación con una banda sonora muy particular. Por otros momentos la película quiere agarrar el tono de típico policial argentino para la taquilla, y ahí es donde tambalea un poco en el resultado final.
No obstante, la película se sostiene bastante y, lo más importante, se deja ver . La historia está bien contada y los personajes tienen condimentos interesantes que no se suelen ver en el cine más industrial de nuestro país, sobre todo por la idea de la homosexualidad dentro de una institución generalmente tan machista como la policía aportando al plot principal de la trama. Eso, sumado a algunas escenas muy bien logradas, como la escena de los caballos (yo no habría promocionado el film con eso, lo habría dejado para la sorpresa del espectador) y ciertos aportes actorales como el de Humberto Tortonese, Emilio Disi o Hugo Arana, la hacen un film diferente a lo habitual que se ve en el cine local. Aun así, la película se estanca cuando no sabe si respetar las reglas del género o jugársela por algo más fresco, más instintivo. Así como tiene giros novedosos y “atrevidos”, tiene mucha decisión de manual.
Hay algo de riesgo estético, hay una historia bien contada e interesante y hay un buen despliegue técnico, lo cual garantiza muchas cosas positivas, pero el todo no es tan convincente a fin de cuentas. Queda cierto sabor a que pudo haber sido mucho mejor, tras varios pasos después de dejar la sala.