En un intento de maravillarnos, MUJER MARAVILLA 1984 termina enredándose con su propia cuerda.
Nos situamos en la década de los 80, donde Diana Prince (Gal Gadot) vive una vida tranquila manteniendo un perfil bajo y usando sus poderes sólo para mantener el orden. Su paz no durará mucho, ya que por culpa de una codiciada reliquia deberá enfrentarse a Cheetah (Kristen Wiig) y Max Lord (Pedro Pascal) para salvar a la humanidad de sí misma.
La película comienza mostrando los inicios de la Mujer Maravilla y nos deja en claro el concepto de que todo logro valioso en la vida lleva tiempo, y está regido por la verdad. De esta manera, cualquier atajo que tomemos basado en mentiras no llegará a buen puerto.
A partir de esta premisa, el film se apropia de la leyenda de la mano del mono, haciendo de una piedra muy antigua una fuente de deseos a cambio de algo muy preciado. Pero el argumento se les va un poco de las manos. En pos de volver el conflicto singular algo global, empiezan a surgir algunos grises en torno al guión y cada vez hay más cabos por atar.
Ya nos acostumbramos a ver protagonistas y antagonistas que visibilicen la constante lucha que transitan por el simple hecho de ser mujer. En esta ocasión, la representación a veces puede resultar algo forzada, como queriendo imponer esta idea. Aunque a favor, la no sexualización de los cuerpos, como solía ser sobre todo con las superheroínas, está bastante bien lograda.
Intentando no entrar en detalle para evitar el spoiler, algunas decisiones argumentales son algo cuestionables y hasta polémicas. El ejemplo más concreto es el de que Steve Trevor (Chris Pine) tenga que poseer otro cuerpo para existir en la vida de Diana, siendo que el personaje abducido no aparece más que para presentar esta idea y no hace en absoluto a la trama (a mis ojos se torna medio morboso).
A mi criterio, a las 2:30hs de película le sobran algunos minutos. Mientras que los momentos en donde Diana pone a prueba sus habilidades son muy entretenidos y están bien coreografiados, también se peca de varias escenas explicativas que le quitan ritmo.
Sobre decisiones polémicas, el conflicto se resuelve con la Mujer Maravilla rompiendo la cuarta pared y hablando directamente a cámara. Dando a entender que no sólo le habla al mundo ficcional, sino al público en sí. Su discurso refuerza la idea presentada al principio de la película, y con esto logra su objetivo. Pero en el punto de destrucción en el que se encuentra la historia resulta algo inverosímil que realmente alcance.
Quizás no sean las mejores batallas que la Mujer Maravilla haya peleado, pero con un buen balde de pochoclos y enfocándonos en el trabajo de Gal Gadot, disfrutaremos de una película entretenida. Y eso sí, la aparición de Lynda Carter en la escena post créditos logra que cerremos la película con una sonrisa.
Por Cami La Diez