Greta Gerwig dirige una nueva versión de la historia escrita por Louisa May Alcott junto a un elenco multiestelar. Una versión fresca y actualizada de un clásico atemporal.
Después de una exitosa y sólida ópera prima como lo fue Lady Bird, Greta Gerwig apostó a un proyecto más ambicioso: una película de época basada en una de sus historias favoritas, Mujercitas. Una novela que ya fue llevada al cine (y a la tv) varias veces. ¿Qué podía aportar entonces Gerwig con su versión? Quizás, primero, dejar en evidencia lo vigente de una obra que en su momento proporcionó una mirada adelantada sobre el lugar de la mujer en el mundo y, segundo, demostrar que si sigue presente es porque todavía hay cosas que resuenan. Pero además de ser una adaptación de la novela de Alcott es sobre todo un homenaje a ella, a la mujer que escribe.
En esta Mujercitas, a las hermanas March las vemos un poco más grandes de lo que estamos acostumbrados. Es que si bien la película empieza in media res y avanzada y luego irá retrocediendo a través de diferentes flashbacks que terminan de contar la historia, las actrices son las mismas en ambas líneas temporales. Saoirse Ronan, Florence Pugh, Emma Watson y Elizan Scalen dan vida a Jo, Amy, Meg y Beth respectivamente.
Jo escribe y comienza la película intentando vender un relato a un diario. No reniega de ser mujer pero le molesta que su destino esté marcado por su género, no poder llevar la vida que desea porque se supone que no es para una mujer, que sólo un hombre puede hacerlo. “No me acostumbro a no ser un chico”, decía Jo en el libro. Ella es el centro de la película, enfrascada muchas veces en atuendos andróginos, desenfadada, la mujer que quiere escribir su propia historia pero para publicarla quizás tenga que ceder a las imposiciones del mundo editorial: si su protagonista es mujer tiene que terminar casada o muerta, no hay otro destino digno.
A medida que la película se sucede se va conociendo al resto de la familia March y cada uno de sus deseos. Amy que quiere ser artista plástica pero como mujer está relegada a un lugar menor en el mundo del arte así que deposita sus esperanzas en casarse con un hombre rico porque entiende al matrimonio como un acuerdo económico. A Meg también le hubiese gustado casarse con un hombre rico pero, y aunque juegue a ser actriz, su deseo de ser esposa y madre de una adorada familia se da junto a un hombre al que ama pero que no puede proveer la vida que soñaba. Beth es callada, disfruta de tocar el piano y tiene un corazón generoso y sin proponérselo será una parte central del relato. Allí también está Marmee (Laura Dern), la sacrificada madre de estas hermanas, y una insoportable tía millonaria (Meryl Streep).
Timothée Chalamet es esta vez el encargado de interpretar a Laurie, el vecino que vive con su abuelo millonario y forja una amistad con las hermanas que pronto toma tintes amorosos. El joven actor le imprime su encanto al personaje que se convierte en su compañero de juego casi al punto de, a veces, ser una más de las hermanas. Y Louis Garrel es el pretendiente de Jo en su vida de mujer adulta. Un elenco tan atractivo como eficaz pero en el que los hombres quedan por detrás de las mujeres.
Gerwig va y viene entre líneas temporales de manera fluida y con logrados momentos de paralelismo entre ellas, están muy bien conectadas. Porque la historia está compuesta de todo eso: de sus juegos como niñas, de las peleas, de momentos agrupadas junto al fuego escuchando a la madre leer la carta de su padre, de bailes, de sacrificios. Y aunque el eje sea Jo la película funciona mayormente como un retrato coral, con un buen equilibrio entre tantos personajes. Un equilibrio también presente en las interpretaciones, donde cada una resalta en sus propios momentos y consolidan a Saoirse Ronan como una de las jóvenes actrices más talentosas y le permite a Florence Pugh (Lady Macbeth, Midsommar) seguir creciendo.
Estamos ante un relato de época tradicional desde lo estético pero con una impronta moderna desde lo narrativo. Es un film hecho con amor hacia la obra, hacia los personajes y sobre todo a la mujer que los creó: la propia Louisa May Alcott. La ambientación y los vestuarios de época están muy cuidados y prolijos y la música de Alexandre Desplat termina de acentuar el tono elegante.
“¿No estaría bien que todos los castillos en el aire que hacemos se hiciesen realidad y llegásemos a vivir en ellos?”, se pregunta Jo en la novela. Y tanto ella como Alcott los escriben en un afán por lograrlo.