Quinta versión (si contamos como primera a What Price Hollywood, que George Cukor dirigió en 1932) de esta irresistible historia de amor, surgimiento, caída y redención, la ópera prima como director de Bradley Cooper y el consagratorio debut como protagonista de Lady Gaga tiene sobrados argumentos para convertirse en un éxito comercial a gran escala.
La opera prima como director de Bradley Cooper no tiene reparos en ser un melodrama romántico digno de la mejor tradición hollywoodense del género, sin otras aspiraciones que conmover con su historia de amor, adicción y fama. Tener a Lady Gaga como protagonista fue la gran apuesta del realizador y ambos salieron ganando. El carisma de la cantante, la potencia de su voz y la química que logra con Cooper como pareja son el corazón de la película, cuya banda de sonido tiene un par de temas que se quedan con el espectador después de la función.
Cooper también ofrece una muy buena interpretación de un famoso cantante de country/rock alcohólico y solitario que recupera la inspiración y encuentra el amor gracias a una mesera cantautora con verdadero talento y visión artística. A pesar del buen trabajo del también director y de los grandes intérpretes secundarios está claro que la estrella del título es Gaga.
Con todo lo necesario para convertirse en un éxito, Nace una estrella no es apta para cínicos. Como una canción romántica clásica, la película apela a tocar el corazón de quien está del otro lado usando desde una escena enternecedora de Cooper jugando con un perrito o una en la que la protagonista y su mejor amigo parecen dos chicos cuando se suben por primera vez a un jet privado; y hasta la desgarradora interpretación final de la cantante. Pero, aunque muchos recursos sean algo obvios y haya decisiones estéticas al borde de lo cursi, el film entretiene y genera emociones genuinas.