Protagonizada por Mathieu Amalric, acompañado por un elenco mayormente masculino compuesto, entre otros, por Guillaume Canet y Benoît Poelvoorde, la película de Gilles Lellouche está basada en un caso real y narra las peripecias de un grupo de adultos para competir en natación sincronizada.
En esta primera película que dirige en solitario el experimentado actor Gilles Lellouche, Mathieu Amalric es Bertrand, un hombre de mediana edad que lleva un tiempo deprimido. Sin trabajo, pasa demasiado tiempo en su casa junto a su mujer, que lo mantiene, y sus hijos. Un día que va a buscar a su hija a la escuela encuentra un aviso, que le llama la atención, sobre una búsqueda de hombres para formar un equipo de natación sincronizada. Algo en su interior se enciende y siente que es lo que necesita. Una vez en el equipo, no va a tardar en descubrir que no es el único que lleva una vida desdichada. Cada uno de esos hombres, de diferentes estilos y personalidades, acarrea sus frustraciones y fracasos como puede, ni siquiera la entrenadora Delphine (Virginie Efira) está a salvo de una vida de adulto que no se parece en nada a tener todo resuelto.
El film se desarrolla entre el entrenamiento y un poco de la vida personal de cada uno, apostando a un humor que se ríe «a veces de» y «a veces con» el patetismo de estos personajes. Estos hombres que llevan una vida triste y decepcionante, sumergidos en una profunda crisis, encuentran en esta actividad física y en ese compañerismo una manera de salir a flote. En este sentido, el film hace un buen equilibrio entre cada uno de estos personajes que no son pocos, le permite a cada uno lucirse y desarrollarse, entenderlos. Quizás el que más desdibujado queda termina siendo el extranjero que habla en un idioma que no entienden y sin embargo siempre logran comprenderlo. Lo comprenden porque están ahí, pasando por lo mismo, viviendo esto juntos.
Es recién en los últimos quince minutos de la película que el film desarrolla la famosa competencia, el tan esperado evento y momento de demostrar lo que aprendieron y de lo que son capaces de hacer. Es un acierto probablemente no hacer hincapié en lo competitivo, sino en la importancia de encontrar algo que provoque placer y cierta calma, más allá de cual sea el resultado. Claro que si el mismo es favorable, mejor para la autoestima.
La banda sonora está mayormente compuesta de conocidos éxitos de moda que ayudan a intensificar esta sensación de un pasado que fue mejor y un presente que parece descolocado, esa nostalgia impresa en cada uno de sus protagonistas.
La película no es ni pretende ser un retrato sobre la depresión, sobre esa enfermedad compleja y de muchas aristas. Sin embargo la trata con cuidado y de una manera honesta. Otro tema que sabe retratar sin ahondar en él es lo que concierne en torno a la masculinidad, a lo que se suele entender por masculinidad: estamos ante un grupo de hombres que se vuelcan a una actividad que la sociedad no parece asociar con una actividad para hombres precisamente.
Nadando por un sueño cuenta con un atractivo elenco coral de conocidos rostros franceses y entrega un film de superación entretenido y sobre la importancia de permitirse una actividad que nos provoque placer y hacer catarsis, sin importar los prejuicios y las miradas de los demás. Aunque el film en algún momento amague con tornarse más conmovedor, no termina de conseguir esa emoción, en ese sentido se queda a medio camino y sale ganando cuando apuesta más al humor.