El universo infantil del escritor y cantante Luis Pescetti llega al cine con Natacha, la película. Basada en sus dos primeros de la saga de nueve libros sobre la chica preguntona, la película construye un mundo candoroso donde la protagonista y Pati, su mejor amiga, tienen que entrenar al perrito Rafles para que aprenda los colores y así ganarles a "las chicas Coral" en el proyecto de ciencias del colegio.
El principal desafío de Fernanda Ribeiz y Eduardo Pinto tiene que ver con ese protagonismo de los chicos en la película, una carga para cualquier cineasta a la que ellos le agregan la presencia del perrito. Julieta Cardinali, Ana María Picchio y Joaquín Berthold son los adultos que intentan hacerles la vida un poco más fácil a los cineastas.
Los directores construyen un mundo extraño e idealizado, siempre en torno a la escuela pública, donde la tecnología todavía no se metió en la vida de los chicos de ocho años. Uno de los puntos más interesantes y sutiles de Natacha, más allá de las canciones originales de Pescetti, está en esa sensación rara que transmite hoy día ver a los chicos divertirse sin celulares, tabletas ni tele.
Esa infancia que hoy se siente un poco lejana parece haber sido la inspiración de Ribeiz y Pinto, que celebran cada una de las salidas ingeniosas de la protagonista. Natacha es una película optimista donde la maldad no es atribuible ni siquiera a los personajes que en algún momento ocupan el rol de villanos, como si la mirada infantil condicionara a los directores. Y, una vez en ese universo aniñado, la candidez no es un problema tan grande como la poca imaginación.