De carne somos…
Para los que venimos bogando desde hace mucho tiempo por un cine argentino de género, cualquier intento que logre llegar a la cartelera autóctona, por más elemental o limitado que sea, resulta bienvenido e imprescindible en lo que respecta a ganarle terreno al díptico histórico de nuestro país (los dramas de alcoba pretendidamente “serios” y los productos televisivos destinados a explotar la popularidad de las “figuras” de turno) y a esa tercera pata que terminó licuándose bajo el peso de sus propias fórmulas (hablamos del nuevo cine argentino de la década del 90 y la profesionalización de una escena alternativa, capaz de abrirse camino esquivando -a veces- los clichés de la legitimación estatal y/ o festivalera).
Si bien con el transcurso de los años aquel cúmulo de realizadores cayó en todos los vicios que solía criticar, mudándose a una frontera difusa entre el mainstream y la comarca indie, en paralelo surgió una camarilla que puso sus fichas en la verdadera revulsión del séptimo arte, léase la tríada compuesta por el terror, el suspenso y la ciencia ficción. Así las cosas, estos directores que crecieron a la sombra del mejunje de influencias de lustros pasados, pudieron aunar la doctrina del “se hace lo que se puede” con las preocupaciones formales de sus homólogos de geografías lejanas, colaborando en el trajín con un pequeño grano de arena para visibilizar estos films con vistas a que reciban el apoyo que merecen y necesitan.
En términos prácticos Naturaleza Muerta (2014) es una versión trash del cine ecologista contemporáneo, en sintonía con The East (2013) y Night Moves (2013), pero adoptando la estructura de los slashers ochentosos y algunos detalles de los relatos detectivescos. El opus de Gabriel Grieco comienza con el ímpetu maltrecho de la notera Jazmín (Luz Cipriota), a quien envían a un enclave perdido del interior para investigar el papel del metano de los excrementos vacunos en la acentuación del efecto invernadero. Desde ya que se topa con desapariciones, asesinatos varios y un psicópata vegano que gusta de cargarse a individuos nefastos de nuestra argentinidad carnívora (en esencia, los lelos del lugar y un empresario).
Más allá del feminismo implícito de las “scream queens” y su contraparte, la estupidez de los hombres que las acompañan en sus faenas cotidianas (en este caso, un camarógrafo bastante bobo), la película en cuestión no se toma tan en serio a sí misma y llegando al final nos ametralla con la escena más comentada hasta la fecha, una masacre que incluye inserts de Earthlings (2005), una actualización de los mondos de los 70. A pesar de cierta torpeza inicial en lo referido al desarrollo de personajes, a posteriori Grieco le saca el máximo provecho a la tensión en torno a la amenaza que se cierne sobre Jazmín, redondeando una obra derivativa aunque disfrutable que de a poco se acerca al sarcasmo y la desfachatez…